Lola es incapaz de parar quieta. Esta octogenaria de Présaras barre el salón de su casa, convertido temporalmente en el plató del documental A silenciosa revolución das mulleres de Vilasantar, prepara café para todo el equipo y responde al mismo tiempo a las preguntas de este periódico sobre sus años de asalariada en la antigua fábrica de tejidos del municipio.

Hija de un republicano asesinado durante la Guerra Civil y de la única modista del pueblo, Lola Iglesias Veiga entró como aprendiz en la factoría Hilados y Tejidos de Vilasantar con solo trece años y permaneció al pie de los telares hasta el voraz incendio que en 1962 destruyó esta fábrica ubicada a orillas del Tambre.

Su relato será uno de los retales que compongan el collage que teje ahora la periodista y realizadora Marina Chiavegatto, que ha logrado una subvención de la Diputación para dar voz a las revolucionarias de este pequeño municipio: trescientas mujeres que cobraron un salario que les proporcionó una independencia inusual en el rural coruñés de aquella época.

"Yo trabajé 17 años en la fábrica. ¿Tú sabes cómo lucía entonces aquel dinero?", relata risueña. Eran 37 pesetas a la semana que si bien no daban para grandes lujos, sí les proporcionaban una libertad inusual en la época. "Teníamos suerte. Fueron buenos tiempos, nos lo pasábamos bastante bien", cuenta Lola.

No todo fue coser y cantar, fueron también tiempos de sacrificios para llevar un salario a casa. Ella entraba a trabajar a las cinco de la mañana y salía a las dos de la tarde, tras un pequeño descanso al mediodía, recuerda. Se considera afortunada, porque vivía en las proximidades de la factoría mientras que otras mujeres tenían que caminar hasta tres horas durante la noche para fichar antes de que despuntase el día . "Venían de muy lejos, de Sobrado, Boimorto... Muchas tenían que andar horas por corredoiras y montes alumbrándose los faroles... Pobriñas, recuerdo que cuando nevaba se cubrían con plásticos sujetos con cordeles... Llegaban todas mojadas con su potiña de la comida", recuerda.

La fábrica alentó un movimiento sindical en el que cobraron fuerza mujeres como Carmela, que velaba por unas condiciones laborales dignas. "Era listísima, muy entendida, era ella quien nos buscaba las leyes, quien nos informaba de nuestros derechos", recuerda Lola.

En pleno apogeo de esta fábrica fundada por el empresario habanero Luis Miranda y el banquero Jesús Núñez de la Barca, Présaras era "un no parar". "Aquí había de todo, comercios, ultramarinos, tiendas, bares, locales de ocio... Hasta cuartel de la Guardia Civil... Había muchísimo movimiento".

Poco queda de ese bullicio. Desde el cierre de Hilados y Tejidos de Vilasantar en 1962, el municipio sufrió un lento e imparable declive. Solo quedan 1.241 habitantes, una población envejecida y dispersa que cierra filas ahora para evitar que echen el pestillo al colegio de Présaras, la única llamita de esperanza contra la despoblación.

"Esto ahora da pena. Cuando cerró la fábrica la gente empezó a emigrar a Alemania, Suiza, País Vasco, Venezuela... Aquí no había trabajo", lamenta Lola. Ella no siguió el paso de algunos de sus hermanos, que cruzaron en charco para ganarse la vida. Decidió quedarse en Vilasantar y regentó durante años una tienda en Présaras.

Lola será ahora una de las "revolucionarias" que reivindicará el documental que dirige Marina Chiavegatto. El proyecto de esta periodista ha sido uno de los ganadores del I Premio Luísa Villalta de Proxectos Culturais pola Igualdade convocado por la Diputación, que subvencionará con 18.000 euros este documental. Chiavegatto lamentaba ayer la negativa del Concello de Vilasantar a participar en esta iniciativa para rescatar un trocito de la historia del pueblo. "Ha decidido desmarcarse", desveló.