Supongo que las niñas de mi edad no son así, siempre he sido un poco rara. Ahora no voy todos los días al cole, pero en el hospital aprendo mucho, sé mimar el tiempo, acariciarlo con mi mano enganchada a un tubo extraño, necesito sentir los segundos a una velocidad normal, como las chicas de mi edad.

Al parecer a mí se me pasa el tiempo más rápido, de hecho es ese el gran debate con mi mejor amigo, él quiere que llegue ya el viernes, para no tener deberes y poder descansar, pero no entiende que se me escapan los días, a él le sobran y a mi me faltan.

Intento que me entienda, ¿para qué pasar cinco días deseando que llegue uno?, pero no le dan las cuentas, no sé muy bien si porque es de letras, o porque cree haber hallado una pregunta mágica, sin respuesta.

¡Qué llegue el viernes!, ¡qué pase el lunes!, ¡estos deberes me van a llevar toda la tarde!, ¡jolines,mañana examen!? eso era lo único que todos los días comentaba con mis compañeros, quejas.

Sin querer cambié, sin pretenderlo, mientras el médico me diagnosticaba una enfermedad rara, le escuché incluso con curiosidad, como algo "guay" para contarle a mis amigos, pero al oír que las próximas 79 horas serían vitales, prometí que no volvería a desear que llegase el viernes, quiero disfrutar, sin quejas, sin agobios, sin tonterías.

Creo que el tiempo no me hizo caso, lucho cada segundo para lograr detenerlo.