Le vienen a consultar a casa o le llaman para que acuda a alguna urgencia y se desplaza a cualquier municipio de la provincia de A Coruña con un equipo mínimo pero si es grave, regresa a buscar material o lo fabrica, artesanalmente. Y tiene pacientes a los que cuida el invierno entero. Daniel Piñón, la tercera generación dedicada a cuidar embarcaciones, tiene el taller más reconocible de la comarca: tras salir de la curva lo primero que ves es un montón de barcos con toda la ría de A Coruña al fondo, de forma que la quilla está en tierra y la cubierta se recorta sobre el mar, una perspectiva que llama la atención en esta colina previa a la bajada a Canide en Oleiros.

El abuelo paterno de Daniel era carpintero de ribera; su padre José Luis, que se crió en un astillero y que ya está jubilado, se decantó más por el motor que por la fabricación de embarcaciones, al igual que su hijo. Su abuelo materno era marino. Daniel comenzó una ingeniería pero al final regresó al taller de su padre. "Ahí en el foso me caí de niño y aquí me rompí un diente", señala. "Siempre me gustaron los motores, de coches y de barcos. Cuando estudiaba era el raro porque forraba los libros con fotos de barcos", relata.

Daniel arregla barcos de pesca y de recreo y también realiza tareas de mantenimiento más especiales como el cuidado de la barcaza de Portodemouros, o el del anterior pesquero que decoraba la avenida Alfonso Molina, incluso alguna reparación en las lanchas de vigilancia contra el furtivismo de la Xunta.

La reducción de la flota pesquera y la crisis económica que hizo que muchos vendiesen sus barcos de recreo por el gran coste del amarre y mantenimiento, han hecho mella en este trabajo.

"La crisis se notó bastante. Antes tenías un agobio de trabajo, ahora tienes que buscarte más la vida. Con la crisis en zonas como el Mediterráneo la gente regalaba los barcos, te lo daban si te quedabas con su deuda. En Mera llegó a haber treinta barcos, ahora no hay ninguno, están en Sada, A Coruña o Lorbé. En verano sí viene alguno a fondear en Mera pero es una zona complicada. Ahora parece que hay un repunte sobre todo en segunda mano, se ha notado una mejora desde el año pasado en embarcaciones de recreo pero de pequeño tamaño, de diez a doce metros de eslora en aficionado y de quince a veinte en profesionales", destaca este técnico.

Piñón cursó automoción y torno y fresa, además de los conocimientos de los que se empapó desde niño en el taller de su padre. Por eso tiene también un componente de artesano, al fabricar o adaptar piezas.

"Me traen un barco o me llaman para que vaya a cualquier sitio porque se ha roto una barandilla y no hay otra igual, pues vengo a casa, hago trabajo de torno y regreso a instalarla. O tomas medidas y realizas una instalación hidráulica totalmente artesanal. O en un barco de pesca la transmisión del barco pides una pieza, es normalizada, y la otra parte es antigua y tienes que adaptarla", explica.

En dique seco, en la explanada junto al taller en Canide, Piñón tiene embarcaciones de clientes que pasan "el invernaje" y otras que vende, y que nunca pierden de vista el mar desde su privilegiada atalaya sobre la ría coruñesa.

"Tengo barcos que se quedan en invierno aquí, cuando apenas hay trabajo. Haces arreglos y los endulzas, se les mete agua dulce para limpiar los conductos. Y al llegar el verano el cliente ya te llama para llevarlo y usarlo", indica.

El mal tiempo tan prolongado que se vive en Galicia este invierno ha sido otro palo para este sector. "Normalmente desde Semana Santa los clientes ya están llamando para sacar los barcos, pero ahora están todos en tierra, incluso en Marina Sada ves que está lleno de barcos. Por estas fechas estarías a tope de trabajo pero con este tiempo..." explica.

Un gran número de clientes de Daniel Piñón son jubilados, antiguos marineros que mantienen el amor por el par y quieren una embarcación pequeña para salir a pescar, "sobre todo calamar".

Este médico de barcos atiende en alta mar o tierra adentro. "He ido a hacer el mantenimiento de un barco de un señor que lo tiene en Oza-Cesuras, sin salir. Y este pasado verano me llevaron en barco hasta un velero que tuvo una avería en medio de la ría de Sada, un charter".