El pazo de Baldomir se ha sacado al menos cien años de encima. Las labores de eliminación de especies invasoras, la tala de un eucalipto y laureles y acacias de grandes dimensiones y los trabajos de desbroce y limpieza ejecutados durante las últimas semanas han permitido a los vecinos de Bergondo redescubrir esta casa señorial construida a principios del siglo XVIII y que crónicas antiguas describían como "uno de las más hermosas de As Mariñas".

Los trabajos ejecutados por el Concello no solo han sacado a la luz los restos de la antigua capilla, durante años totalmente oculta por la maleza, sino también los escudos nobiliarios que adornan la fachada de este pazo en ruinas y los árboles singulares que pueblan el jardín. Pasear por este parque, hasta hace poco inaccesible en algunos puntos, permite contemplar ejemplares de gran porte, como un espectacular tejo, un magnolio o un cedro que nada tiene que envidiar a los del pazo de Mariñán.

"El tejo las paso canutas pero ahora comienzan a salir los primeros rebrotes", señala a el concejal de Medio Ambiente, Juan Fariña, al tiempo que muestra con orgullo este valioso ejemplar protegido que a punto estuvo de sucumbir a los temporales y al acecho de las plantas invasoras. Este árbol centenario ha recuperado su espacio y poco a poco cura sus heridas tras someterse a un tratamiento cicatrizante.

Los trabajos fueron ejecutados en base a un informe técnico encargado a un ingeniero técnico agrícola e incluyeron la eliminación de ejemplares que amenazaban la estabilidad de los muros del pazo, como un ailanto de grandes dimensiones. La intervención deja al descubierto el potencial de este rincón escondido de Bergondo, lastrado por un embrollo urbanístico que ha hecho del pazo una isla privada en suelo público. El Concello busca vías para rescatar esta casa señorial, atrapada desde hace años en un limbo legal.