Nació en Asturias, pero es Galicia la que siente como su hogar. "Yo me considero gallego. Siempre que puedo me escapo allí", asegura Javier Gutiérrez, que fortalece hoy su relación con la comunidad de la mano de la Semana Internacional de Cine de Betanzos. El festival, que se clausura esta tarde, dedica este año su programa al intérprete, del que proyectará filmes como El autor, hoy a partir de las 20.30 horas.

- Siempre estuvo muy conectado con Galicia. Aquí se encontró con el teatro.

-Sí. Tenía muchísimas ganas e ilusión, y trataba de aprender de todo. En realidad, yo me considero un actor de teatro. El cine y la televisión llegaron mucho más tarde.

-Sin embargo, se le ve cada vez más en pantalla.

-Es cierto, pero porque no puedes desechar propuestas tan interesantes como las que me llegan de la mano de muy buenos directores, y proyectos de televisión como Vergüenza o Estoy vivo. Pero no olvido el teatro. Yo creo que los actores que nos hemos curtido en él lo necesitamos como gasolina.

-Para usted fue también una terapia de choque. Quería vencer su timidez.

-[Se ríe]. Es que yo creo que el público no lo sabe, pero hay muchísimos actores que son terriblemente tímidos. A mí me funciona el subirme a un escenario o ponerme delante de una cámara para demonizar mis miedos o una timidez que, en mi caso, era enfermiza y que poco a poco voy salvando. Pero mira cómo será que hasta hace bien poco sufría muchísimo con las promociones de los trabajos que hacía. Ahora me voy relajando, pero era un auténtico sufrimiento.

-¿Es muy distinto entonces de ese Javier que se fue iba a estudiar con 19 años a Madrid?

-Fíjate que no. Sigo siendo muy perfeccionista e inseguro, aunque desde que llegué a Madrid ha pasado tiempo y he aprendido cierto oficio. Pero me sigo reconociendo en ese actor que tenía muchas ganas de subirse a un escenario.

-En ellos ha interpretado papeles como el de Juan Robles en La isla mínima , uno de sus trabajos más destacados. Tras tanto tiempo ligado a la comedia, ¿cómo fue el paso al drama?

-Quizá al espectador que tuviera en mente a Javier Gutiérrez como actor de comedia, ese trabajo pudo resultarle chocante, pero yo creo que para los actores que nos hemos formado en la comedia, es mucho más fácil acceder al drama. Es más difícil una comedia que un drama, la comedia está más desnuda?

-Aunque no es lo que se suele pensar.

-Porque la comedia siempre se ha maltratado. Parece que los premios o las películas importantes siempre tienen que ser dramas, cuando yo creo que hay grandes comedias que están a la altura.

-¿No está hoy el cine español encasillado en el género?

-No creo. Hay filmes, quizá minoritarios, pero grandísimos como La herida o La enfermedad del domingo. Y peliculones que tienen que ver con el thriller con gente muy potente. Aunque la comedia es un género que funciona muy bien, y es cierto que quizá el espectador tiene más ganas, con los tiempos que corren, de divertirse y de sentarse en una sala para desconectar.

-¿Y de historias como Campeones ? ¿Tienen ganas?

-Sí, porque Campeones además yo creo que, más allá de una película, es una lección de vida a todos los que nos creemos capacitados. Todos en la sociedad somos discapacitados, unos de una forma y otros de otra, pero si de algo pueden presumir los actores de Campeones es de unas ganas de sonreírle a la vida envidiable. Creo que la película ha sido un soplo de aire fresco para nuestro cine.

-En la televisión está ahora con Vergüenza , en la que interpreta a un fotógrafo con ínfulas. ¿Hasta dónde llegan esos egos en el mundo de la interpretación?

-Los actores tenemos con lidiar con el propio ego y con el de los compañeros, el del director, el del guionista? Pero uno no puede ganar el partido por sí solo. Los actores estamos muy expuestos, y por eso somos tan frágiles y necesitamos muchas veces de tanto afecto y entendimiento. Sin embargo, creo que lo mejor que puede ocurrirle a un actor es dejar el ego en casa y trabajar desde la humildad.

-"He dejado de ir a estrenos de amigos y compañeros porque la atmósfera es malsana", ha dicho en una ocasión sobre el asunto.

-Es que no hay que olvidar que este es un país en el que los actores malviven en su gran mayoría. Solo un 8% pueden vivir dignamente de su oficio, y eso genera una atmósfera malsana, una vibra rara. Yo prefiero quedarme en mi casa y ver una película que asistir a un estreno en el que muchas veces hay comentarios o actitudes que me molestan. Pero sé de dónde vienen: de una falta de trabajo o de unas ganas de ponerse en el lugar del que está en la pantalla para hacer algo que muchos no tienen la oportunidad de hacer. Yo trato de huir de esa envidia.