Cámara en mano, como turistas por las calles que recorren a diario, los alumnos de tercero de la ESO del instituto Francisco Aguiar ha redescubierto el casco histórico, sus puntos dolientes, esos que suelen estar cubiertos por lonas que disimulan la ruina y que resultan ya tan cotidianos "que ni se ven". "Lo ves, pero es como que no lo quieres ver", resume Iria Lousa.

Ella y sus compañeros de aula admiten que llegaron a ignorar el silencioso y persistente quejido de las viviendas apuntaladas, a insensibilizarse por completo ante la ruina que han captado ahora en las fotografías que componen el collage Betanzos histórico: rúas doentes.

Con esta exposición, que se inauguró ayer en el Liceo, los escolares aspiran a aportar su "granito de arena" a la recuperación de la zona monumental brigantina y también a dar un toque de atención, un aviso dirigido a todos y a nadie en particular: "No es cuestión de buscar culpables, sino de buscar entre todos una solución", recalca Iria.

Los trabajos forman parte del programa Fotografía en curso. En las clases, impartidas por José Manuel Rey, el automático está prohibido. Y también los automatismos. El paseo rutinario se convierte en una expedición ojo avizor. Ver las cosas a través del objetivo obliga a detenerse; elegir la apertura del diafragma y la velocidad de obturación, a reconcentrarse.

Son cuarenta miradas al casco. Cuarenta perspectivas. Iria Lousa quiso retratar el deseo urbanístico frustrado. Su foto muestra una obra paralizada, una rehabilitación que se quedó a medias. "Lo dejaron así hace tiempo; ni se rehabilita ni se derriba,", explica. No es un caso aislado, lamenta: "Así hay más, se quedan así, a medio rehabilitar y se van deteriorando y deteriorando".

Lucía Castaño captó una paradoja de las que suelen pasar inadvertidas . Su objetivo se detuvo en dos viviendas en ruinas y, en concreto, en un cartel que anuncia reformas y obras de mantenimiento en la fachada de una de ellas. "Me llamó la atención el cartel", explica. Ironías urbanísticas que solo capta el observador atento.

Sonia Vázquez fijó el objetivo en la ruina sin matices, sin lonas que la encubran. "Elegí esta casa porque estaba en un mal estado, se le salía espuma por los huecos", describe. Katherinne Peña buscó esa "flor en el estiércol" de la que les habló su profesor. La estética de la ruina. Ella puso el foco en el poliuretano, en el amarillo intenso de la resina en contraste con la pared enmohecida de ventanas tapiadas.

Mateo Río pone la nota optimista: un edificio en ruinas ocupa el centro de la fotografía, pero la esperanza se cuela por los laterales, se deja entrever en dos viviendas rehabilitadas de los márgenes. "Me gustó la casa, me la imaginé bien y me gustó", explica.

Son seis de los cuarenta trabajos que componen la exposición. Hay clásicos que no podían faltar, como la Casa Gótica, lo que queda de ella, ese enorme agujero en el casco histórico del que, de tanto en tanto, cuelga un crespón negro.

De la casa de los Vilousaz apenas guardan recuerdos. Tenían 4 o 5 años cuando el propietario desmontó la fachada y dejó amontonadas las piedras en el solar. Otras, siempre han sido ruinas. El paseo por estas calles dolientes, dicen, les ha servido para tomar conciencia, para adquirir un enfoque crítico.

Se trata de uno de los principales objetivos del programa Fotografía en curso, proyecto educativo gestado por la asociación barcelonesa A Bao A Qu que el CGAI ha puesto en marcha en Galicia y que echó raíces hace ya cuatro años en Betanzos. Su tutor, José Manuel Rey, incide en la necesidad concienciar al alumnado del valor patrimonial de la ciudad, de la necesidad de conservarlo y rehabilitarlo y de no considerar su deterioro como algo normal".