Emocionada por la acogida de Tecido resistente: A silenciosa revolución das mulleres de Présaras, Marina Chiavegatto repasa las claves de un documental que rescata del olvido la historia de un grupo de pioneras. Esta periodista y realizadora fue una de las seleccionadas en el I Premio Luísa Villalta de la Diputación con un filme sobre el "empoderamiento femenino antes de que el concepto llegase a Galicia". Sus protagonistas, las trabajadoras de la antigua fábrica de tejidos de Présaras, mujeres que gozaron de una independencia inusual en el rural de principios del siglo XX.

- Han pasado casi sesenta años del incendio de la Hilados y Tejidos Vilasantar. ¿Qué fue lo que le hizo interesarse por la historia de las mujeres que trabajaron en esta fábrica?

-Se trata de una historia singular, diferente y me interesó principalmente porque las protagonistas estaban vivas y podían contarla en primera persona. Eso le añade mucho valor al documental. Todo empezó cuando conocí a Carmen, Milagros, María, Lola y Julia y comprobé que su memoria estaba intacta y que tenían puntos de vistas distintos pero complementarios de aquellos años. Me di cuenta de que ahí había una historia y tuve claro el formato. Ellas tenían que ser las protagonistas, sin introducir una voz a mayores, porque eran ellas las que daban valor a la historia.

- Presenta a las protagonistas como unas pioneras, mujeres con un salario que les permitió gozar de una independencia inusual en el rural de la época. ¿Hasta qué punto eran conscientes? ¿Se sorprendieron cuando les propuso participar en el documental?

-Sí, sí que se sorprendieron. De hecho, durante el estreno hablamos de eso. Yo les dije que el mérito era solo suyo, que yo me había limitado a hacer preguntas y una de ellas, Milagros, me respondió que habían sido mis preguntas las que le habían hecho ver la realidad de un modo diferente. Y es verdad que al principio tuve que hacerles ver que su historia era extraordinaria, ellas no le daban importancia. Milagros me decía que ella entonces se había limitado a tirar para adelante y que ahora era más consciente de que había sido una privilegiada.

-Ha estado casi un año recabando datos, haciendo entrevistas... ¿Hubo algún testimonio que le sorprendiese especialmente?

-¡Qué difícil! (risas)... Recuerdo que la primera vez que me dijeron que en los años cuarenta y cincuenta en Présaras eran las mujeres las que trabajaban fuera de casa y que los hombres cocinaban y se quedaban cuidando a los niños me llamó muchísimo la atención. Otro testimonio que me sorprendió fue el de Julia. Ella cuenta en el documental que cuando se iba a casar con su marido él le dijo: '¡Pues dejas la fábrica y te vienes a vivir a mi pueblo!' y que ella le respondió: 'Yo la fábrica no la voy a dejar, si te quieres casar conmigo coges tus cosas y te vienes a Présaras, porque yo la fábrica no la dejo, la decisión está en tus manos' [risas]. Me parece de lo más moderno y ella lo cuenta con total naturalidad.

- El documental también invita a hacer una reflexión sobre la despoblación del rural. Poco tiene que ver el presente de Présaras con el pueblo que recuerdan las protagonistas...

-Sí, ese contraste nos planteó el reto, el de cómo contar la historia de un pueblo que tuvo mucha vida y una actividad económica brutal cuando no se conservan imágenes y las únicas que tenemos ahora son las de un pueblo en el que se ven sobre todo carteles de se vende. Y nos propusimos jugar con eso. A través de los testimonios de las protagonistas recuperamos el Présaras de antes, ese pueblo lleno de gente, de comercios, al que venía gente de toda Galicia a las fiestas... Y mientras ellas recuerdan eso, vamos viendo cómo es Présaras ahora. Es un juego constante entre el pasado y presente. Y ellas también reflexionan un poco sobre ese contraste, cuentan que Présaras comienza a morir en 1962, cuando arde la fábrica. Mucha gente tuvo que dejar el pueblo, eran trescientas familias las que dependían de aquella fábrica y casi todas se fueron. Dos de las protagonistas se quedaron, Lola y Milagros, y recuerdan cómo fueron cerrando los comercios, cómo los jóvenes se fueron marchando...

-Tuvo que ser duro, especialmente para las que se quedaron. ¿Cómo se adaptaron al cambio?

-Ellas dicen que fue como una muerte muy lenta. Recuerdan que hasta hace poco había un supermercado en Présaras pero que cerró. Se fueron acostumbrando a vivir sin supermercado, sin banco, sin farmacia y con el miedo de que algún día les quiten el centro de salud o cierren el colegio.

-El colegio de Présaras se quedó pequeño para el estreno. ¿Esperaba esa acogida?

-No, la verdad. Fue muy emocionante. Présaras me dio muchísimo, muchísimo y no dejó de sorprenderme durante toda la grabación. El pueblo se volcó muchísimo con nosotros. Lo de ayer fue muy especial, cuando vimos a toda esa gente dijimos: 'Gracias Présaras, gracias'. Siempre nos acogieron de una forma espectacular.

-Hay programados varios pases en la comarca de Betanzos y A Coruña. ¿Qué otros planes tiene para Tecido resistente ?

-Este documental fue financiado por la Diputación y nosotros nos comprometimos, porque creemos realmente en ello, a que tendría una misión social, la de preservar la memoria, rescatar algo que se estaba muriendo. Para nosotros era muy importante estrenar el documental en donde puedan verlo los vecinos, en centros cívicos, bibliotecas, colegios? Lo primero ahora es cumplir con esa labor social, queremos llegar a toda la gente que de una u otra manera se vio afectada por esta historia.