Raskolnikof sufre una pesadilla en la que ve cómo unos borrachos golpean a un caballo con palos y luego con un hacha hasta matarlo. Este sueño que espanta al protagonista de Crimen y Castigo de Dostoyevski se le vino a la memoria a muchos de los espectadores que hace dos semanas vieron el séptimo capítulo de la serie Vivir sin Permiso, de Telecinco, donde el actor José Coronado ejerce de narco patriarca que sufre alzhéimer. Al hijo de Coronado, el actor Àlex Monner, le matan a golpes de pala su caballo, un impresionante ejemplar marrón y blanco. La escena causó tanta conmoción entre los telespectadores que incluso el Huffington Post se hizo eco del aluvión de críticas y mensajes de preocupación por la salud del animal (nadie mencionó que en este capítulo también mataron a una joven como a una alimaña). Pero Zipo está feliz y tranquilo en su casa en Cambre donde le mima su dueño y adiestrador profesional Ricardo Martínez.

"Recibí muchos mensajes tras ese episodio, que si Zipo estaba bien... A ver, es televisión, es ficción. Ponen las cámaras con un tiro que parece que le da de verdad, pero en realidad la pala estaba a varios metros de distancia de él. Luego cuando está en el suelo, lo que parecen heridas en su piel son una especie de silicona. Zipo estaba perfectamente", explica Ricardo.

Este caballo tostado y nevado de capa pertenece a una raza legendaria denominada Appaloosa. Los criaban los indios nez percé a orillas del río Palousse. Les llamaban espíritu del viento. Animales muy inteligentes, duros, fuertes, capaces de cubrir largas jornadas sin comer ni beber y muy nobles. El Ejército norteamericano recibió la orden de exterminarlos porque los indios eran invencibles con estos equinos y casi se extinguieron.

El Appaloosa Horse Club se fundó en 1938 para tratar de recuperar la raza y hoy es la única entidad que certifica la pureza del animal. Un Appaloosa auténtico tiene ese característico moteado que parece nieve, también alrededor del hocico, los ojos y el área genital. Tienen además los cascos con rayas verticales y lo más llamativo: la esclerótica del ojo blanca como los humanos. Se cree que es una de las razas más antiguas, tras aparecer en pinturas en una cueva en Francia datadas de hace 20.000 años.

Ricardo compró a Zipo cuando tenía poco más de ocho años, hoy tiene trece. Nunca pensó en que se convertirían, los dos, en actores. Porque él también sale haciendo de tratante: en Vivir si Permiso es el que baja al caballo del remolque y se lo entrega a Monner.

"Me llamaron de la productora de Mediaset porque tenían unos caballos actores pero ninguno les aguantaba tanto tiempo quieto en el suelo y la escena incluía que Álex se le echaba encima llorando y había riesgo de que se incorporase y lo lesionase. Yo les dije que Zipo podía hacerlo, aunque nunca había hecho nada de eso. Fuimos al Pazo de A Toxeiriña en Moraña, la casa de Coronado, Nemo Bandeira en la serie, les gustó su estampa, probamos y salió perfecto porque Zipo está acostado el tiempo que yo quiera. Todos alucinaron con él y un técnico pidió un aplauso para el caballo", relata este cambrés que más que el hombre que susurra a los caballos es el que los encanta.

Lo que hizo este Appaloosa parece fácil pero muy poca gente lograría que un caballo repitiese esta escena por lo que supone para su forma de ser. "El caballo es un animal de presa y tumbado, más vulnerable imposible, está yendo contra su instinto. Y además rodeado de cámaras, focos, micros, personas. Y viene un actor y se le echa encima". Entonces, ¿cómo lo hace Ricardo?

"Por el tipo de doma. Existe la doma tradicional, a base de presión, artilugios, varas. Le puedes enseñar que venza su miedo a entrar en un río por ejemplo, a fuerza de pegarle. Pero él sigue teniendo miedo al entrar en el agua, solo que le da más miedo el palo o la fusta del dueño que el agua. Sin embargo, la doma que yo hago, en la que creo, es una doma natural, por convicción, lo vas convenciendo poco a poco, interactuando con él, dándole premios. Lleva mucho más tiempo, claro, pero vale la pena. Luego entrará un río y sabrá que no pasa nada, incluso podrá beber y chapotear".

Con este tipo de doma,que tira de psicología, educación y respeto, al final Ricardo logra montar al caballo a pelo, sin cabezada ni bocado (el hierro le hace daño en la lengua), ni riendas ni silla, y por el monte. "Y así se consigue crear ese binomio perfecto entre caballo y jinete, es libre pero hay confianza mutua y sé que no me va a tirar o a encabritarse, aunque pongo mi vida en sus manos. Cuando consigues esa confianza mutua, es lo mejor que hay", cuenta con pasión Ricardo.

Martínez acaba de cumplir 40 años y desde los 19 se dedica profesionalmente a adiestrar a perros y a caballos. "Temas de obediencia, conducta, en el caso de los caballos problemas por estar mal domados, por resabios que tienen, por encabritarse y ponerse de manos, enseñarles a que no se asusten si ven un charco de agua o una rejilla", señala. Él tiene, además de Zipo, a Rayo, un mulo que compró como reto personal por la dificultad de domarlos. "Son muy inteligentes, más que los caballos, y muy poco sensibles al dolor, de ahí lo de terco como una mula. Son valientes y tienen mucho carácter y personalidad. Estoy encantando con él y ya hace infinidad de cosas", que pueden verse en merelle86 en YouTube.

Ricardo adiestra a Zipo y Rayo los fines de semana y de lunes a viernes, cada día se dedica de tres a cuatro horas a domar caballos de sus clientes. "Nunca tengo más de dos para poder dedicarle muchas horas a la semana a cada uno y que puedan estar domados en mes o mes y medio. Les pongo en distintas situaciones, en el monte, carreteras, con coches, gente, para que pierdan el miedo y luego puedan ir los dueños con ellos a pasear por todas partes sin problema. Si se les doma en picadero luego al ir por la carretera, no están acostumbrados y se pueden encabritar u otros problemas".

Compatibiliza la doma de caballos con el adiestramiento de perros "que es totalmente distinto", y este experto afirma lo que dicen todos los adiestradores: "No existen perros potencialmente peligrosos", el problema siempre está en el dueño.