Algunos aprendieron ayer a pronunciar su nombre. Tradescantia fluminensis. No es fácil, hay que repetirlo un par de veces para retenerlo en la memoria. Su apodo, en cambio, cuesta olvidarlo: amor de hombre. Esta planta suele pasar desapercibida para los no iniciados. De aparencia modesta, sin la pose altanera del plumacho, la tradescantia se camufla con facilidad en el entorno y parece inofensiva para los que desconocen su capacidad de colonizar y destruir ecosistemas autóctonos.

Una vez que aprendes a distinguirla, no dejas de verla. En pocos años, esta planta originaria de Brasil y Argentina ha colonizado las zonas de ribera de Galicia y el río Mandeo no se libra. Lo comprobaron ayer por sí mismos los trabajadores de Naturgy que participan en el programa Custodiando el bosque atlántico en el río Mandeo, que dedicaron la soleada mañana de domingo a combatir junto a sus familiares una plaga que hace peligrar este enclave protegido.

La actividad se enmarca en el programa de voluntariado de Naturgy y se integra dentro del proyecto ganador del Premio Emprendedores Sociales 2018, que reconoció el trabajo de la Fundación Fragas do Mandeo para preservar este enclave protegido, que alberga 22 especies de árboles autóctonos y más de cincuenta especies amenazadas. Los voluntarios se afanaron por retirar tradescantia y otra especie mucho más reconocible, zantedeschia aethiopica, coloquialmente conocida como cala.

No eran una tropa. Las salidas de la Fundación Fragas do Mandeo no suelen ser multitudinarias, pero cuesta creerlo si se atiende al trabajo que realizan a lo largo del año para beneficio de todos. En lo que va de 2019, los voluntarios de esta ONG han retirado más de 2.500 kilos de basura y 1.113 kilos de invasoras en un tramo de 15 kilómetros que apadrinan de los ríos Mandeo y Mendo y en la playa de la Alameda (en Ollo da Roda han retirado hasta ocho frigoríficos y un televisor).

Tampoco eran un batallón los vecinos de Veigue que ayer se fueron a la playa armados de guantes y bolsas para retirar basura. La quedada fue organizada por un grupo de jóvenes de Sada para devolver al mar algo de lo que ofrece a lo largo del año. Podían ser más, cierto, pero su labor de retirada de colillas, plásticos y restos de redes las disfrutarán muchos usuarios de esta playa sadense. Y puede que cunda el ejemplo o que el mero hecho de ver el arenal limpio anime a más de uno a usar las papeleras.