La compañía Naturgy (antes Gas Natural Fenosa) solicitó al Gobierno central el pasado mes de enero la autorización para el cierre de la central térmica de Meirama en Cerceda, junto con la de Narcea en Asturias y La Robla en León. El cierre está previsto, según anunciaron entonces, para finales de este año, pero la empresa ya tiene en tramitación gran parte de la documentación que necesita, entre la que se encuentra la evaluación ambiental del desmantelamiento del grupo 1 de las instalaciones cercedenses. Técnicos de la Dirección General de Política Energética y Minas ya tienen en sus manos para estudio este proyecto ambiental de cómo se cerrará esta industria que empezó a producir energía eléctrica a partir del lignito hace casi 40 años, en 1980.

La central de Meirama consta de un grupo térmico de 563 megawatios de potencia máxima. Su icónica chimenea tiene 200 metros de altura y un diámetro de 18 metros en la base y 11 en la boca. En 2008 se cerró la mina y se hizo la restauración, se convirtió el hueco de extracción en un lago con una profundidad máxima de 205 metros, con autorización para ser en el futuro, reserva de abastecimiento de agua a la comarca, además de la posibilidad de usos turísticos. Incluso tiene playa.

En la central de Meirama trabaja un centenar de profesionales en plantilla, más otros tantos en empresas auxiliares que dependen de la planta, sin contar los trabajos indirectos que genera. Naturgy anunció también que estudiaba que parte de la plantilla de Meirama se quedase inicialmente realizando las labores de desmantelamiento y el resto sería recolocada en otros centros de la empresa. Los trámites del cierre pueden tardar más de un año. Es el caso de la central de Naturgy en Anllares (León), para la que la multinacional pidió su fin en el verano de 2017 y se le otorgó a finales de 2018. La de Anllares fue la primera clausurada dentro del Plan de Descarbonización del Gobierno central, dentro de la etapa de transición energética que impulsa la Unión Europea. A estas centrales les resulta casi imposible cumplir los límites que marca Europa en cuanto a topes máximos de emisiones contaminantes.