Conocía todos los marcos, caminos y corredoiras de Dorneda. Era memoria viva, un hombre sencillo y muy querido en Santa Cruz, una institución, la alegría y la vitalidad imperecederas. Su muerte el pasado jueves a los 89 años ha dejado un vacío en la localidad. Ricardo Martínez, además de una personalidad entrañable, atesoraba una lata de sardinas, probablemente la última que existe de la antigua conservera que existió donde se construyó después el hotel Maxi (ahora hotel Noa).

Una lata de conservas que salió en 1954 de esa fábrica, donde trabajaba su cuñada, y que durante 65 años mantuvo intacta, sin abrir. Aunque la enseñaba a muchos curiosos, como hizo con este periódico en 2015.