Aniceta Viqueira nació en plena pandemia, cuando asolaba el país la gripe española, en 1918. Esta anciana de Callobre (Oza-Cesuras) de 102 años era solo un bebé y los únicos recuerdos que guarda de aquella epidemia son los relatos de padres y abuelos. Ni ella ni otros centenarios de la comarca como Eduardo, Marina o Josefa recuerdan haber vivido una situación como la actual en su vida. "Esto es muy grave, muy grave, y va para largo, lo peor va a ser para la juventud. Mira que viví cosas, una guerra, una dictadura..., pero nunca algo como esto", lamenta Eduardo Carro, vecino de San Fiz, Bergondo, que vive ahora con su hija Elena en A Coruña.

La vida confinados en casa, alejados de amigos y allegados y sin las rutinas y los paseos cotidianos no es fácil. Y cada uno se adapta como puede y, sobre todo, intenta mantener la cabeza ocupada. Marina y su hija juegan al chinchón dos o tres veces al día. Aniceta tiene el consuelo de las charlas con su nieto y de asomarse a la huerta a tomar un poco el aire y Eduardo, la compañía de su hija, "Santa Elena", y de la lectura.

Asomarse a la ventana ya no es un consuelo para él, dice. No se ve ni un alma por la avenida de Oza, siempre tan transitada. "Ahora no se ve a nadie", lamenta. Y es que a Eduardo Carro ni toda su retranca le vale para soportar en algunos momentos la cuarentena: "Leo, veo la tele y así intento pasar el rato. Antes podía juntarme con mis amigos pero ahora me cerraron las puertas. No sé ni cómo voy a hacer ni para ir al banco a cobrar la pensión", cuenta risueño.

Marina Amil también lo lleva como puede. "Yo estoy bien. ¿Qué se le va a hacer?", dice resignada. A sus cien años, esta cambresa afirma no recordar nada semejante a la situación actual de pandemia y confinamiento. Ella pasa la cuarentena en su casa de Lema (Cambre) con una de sus once hijos, María Luz Villar, que se ha trasladado con su madre para pasar estos momentos. "Preocupada no estoy porque estoy dentro de casa, hace tres semanas", afirma la centenaria. "Esta es la cuarta", apunta su hija, que decidió proteger a su madre en cuanto tuvo conocimiento de casos de coronavirus en España. El cambio de vida para Marina es grande, porque asegura su hija "tiene un ritmo de salir bueno, es lo contrario a la gente de su edad".

"Solemos ir a comer fuera dos o tres días a la semana, le encanta", cuenta su hija. Marina participa en invierno en un campeonato de parchís en Pastoriza, le encanta ir a las cenas baile y en verano se van a una caravana en un camping. "El otro día le dije que mejor este año no íbamos, y me dijo que, mientras ella viva, va a pasar el verano al camping", cuenta su hija. Ahora, juegan al chinchón dos o tres veces al día. "Somos once hermanos, ahora diez porque uno murió, y están todo el día llamando por teléfono. Y también hacemos videollamada", explica.

Josefa Aguiar vive sola, con las dos o tres visitas diarias de la chica que la cuida. Y acusa también la bajada de ritmo. "Se aburre, porque sale a la calle todos los días y suele ir a jugar la partida al centro de mayores de Cambre de cuatro a siete de la tarde", explica su sobrina, Isabel Aguiar. "Ella está muy bien. Come de todo, duerme y tiene una vida activa", asegura Isabel. Aniceta vive con su nieto, Juan y también se le hace cuesta arriba: "Se aburre mucho porque está acostumbrada a tener muchas visitas y lo echa mucho en falta", cuenta el nieto.