"Parece que no hay mundo, nunca he visto nada igual", afirma Josefa Portela Pereiro desde su casa en Mera, y eso que ella ha visto mucho en sus 106 años de vida. Tenía 5 cuando llegó a España la pandemia de 1918 que mató a unos 50 millones de personas en todo el mundo, y que se llevó por delante a parientes de una de sus abuelas. Sobrevivió a la Primera Guerra Mundial, a la Guerra Civil, posguerra y dictadura y desde el inicio del confinamiento por el estado de alarma sobrevive sin variar su rutina, que semeja infalible para llegar a esa edad con tal lucidez: bizcocho y vino dulce Sansón para desayunar y cenar,y la revista Pronto todos los lunes.

Josefa, más conocida como Pepita de Agra, a Vincoleira, se encuentra extraña ante la situación actual. "No vienen mis sobrinos ni mis nietas, antes estaba la casa llena", señala. Por su hogar siempre pasaba gente cada día, familiares, vecinos y amigos que querían saludarla y que le daban besos y abrazos de los que ahora no puede disfrutar y echa mucho de menos.

Pepita se quedó viuda hace más de treinta años y vive desde hace tiempo con una de sus dos hijas, Pitusa García. "Ella de cabeza está de maravilla, lee el periódico todos los días y ve la tele aunque yo ahora ya le digo que mejor que no la mire porque se disgusta", cuenta Pitusa, que asegura que su madre es optimista y dice que esta pandemia se acabará pronto.

La familia ya está preparando una gran celebración para el 107 aniversario dentro de cuatro meses, porque también aprovecharán para festejar el (esperemos) final de este virus. Y también el San José, que es su santo y que siempre celebraban con una comida pero por el confinamiento han tenido que aplazar. Su cumpleaños es siempre un gran acontecimiento, ya incluso a nivel comarcal, se juntan unos cuarenta de familia, vienen a verla del Ayuntamiento para felicitarla e incluso le cantan y le tocan grupos como A Marola. Es conocida por su bondad y por ser cariñosa. "Nunca hice mal a nadie y nunca me enfadé con nadie", afirmaba en uno de sus últimos cumpleaños.

Esta centenaria, la abuela de Oleiros y una de las más mayores de la comarca de A Coruña, aún estaba remendando una pieza de ropa esta semana. Fue costurera, de las que iban de casa en casa con la máquina sobre la cabeza en tiempos duros, pero tras acabar la guerra dejó de trabajar para ayudar a la familia, atender a su madre y al ganado. Fueron ocho hermanos y todos fallecieron con más de noventa años.

Pepita, que deja constancia de que nunca en su vida, salvo para ir de choqueira, se puso un pantalón, nació el 6 de julio de 1913, bajo el reinado de Alfonso XIII y en plena lucha de las sufragistas en Inglaterra por el voto de la mujer. Vivió cuatro años en Argentina porque su padre estaba embarcado y tenían allí la base; visitó Suiza para la boda de una de sus nietas, hija de Pitusa (que trabajó allí muchos años emigrada), y también estuvo dos veces en Nueva York, a donde emigraron cuatro de sus hermanos y donde tiene mucha familia.

Siempre padeció bastantes achaques pero los superó todos, incluso dos operaciones. Es más, el joven médico que la operó, ya murió hace años. La carne asada y el bacalao son sus platos favoritos y toma un vaso de vino a la comida además del Sansón. Le gusta cuidarse y verse bien y el único problema que tiene por ahora es que ha perdido un poco de oído.

Algún vecino ya dice que el 6 de julio debía ser festivo en Oleiros para estar todos con Pepita, esta querida centenaria, que ya tiene cuatro nietas, tres bisnietas y un bisnieto.