El "viaje espiritual" que los musulmanes viven en Ramadán será este año para muchos el más solitario de sus vidas. Y para todos, "muy raro" no compartir comidas ni oraciones. "Nunca pasó en la historia que nos viéramos obligados a quedarnos en casa y rezar aquí", explica el imán provisional de la mezquita de Arteixo, Ismail Kerfah.

Las actividades en comunidad típicas del Ramadán se han visto truncadas por el confinamiento, que afecta en especial a las personas que viven solas, ya que no podrán esta vez acudir a la mezquita y compartir con otros fieles la comida que realizan tras ponerse el sol, al romper el ayuno. Tampoco los rezos ni los discursos religiosos o encuentros para "recordar a Dios o al profeta" se han podido realizar en compañía en lo que va del Ramadán, que comenzó el pasado viernes 24 y acabará el 24 de mayo.

"La gente que no tiene familia, personas que están solas, normalmente van directamente a la mezquita tras la puesta del sol, cuando llaman para rezar. Comemos juntos en la mezquita, hay una mesa allí donde se comparte la comida. Ahora, es muy difícil para ellos, lo están pasando solos casa", explica Kerfah. "En Ramadán, lo más importante es compartir la comida, invitar a la gente para que coma en sus casas, juntarse para recodar a Dios, para hacer discursos religiosos, y lo más importante, para rezar. Es muy difícil cambiar el ritmo. Hay gente que está acostumbrada de toda su vida rezando en la mezquita", añade el imán provisional.

Asegura que ningún fiel ha protestado por estas medidas. "Hay versículos en el Corán donde nos obligan a no dañar a los demás ni a nosotros mismos. Y otro dice que no deben juntarse personas sanas con enfermas", explica. Kerfah confía en que la situación permita la celebración del fin de Ramadán: "Esa fiesta no puedes hacerla solo".