Dicen que quien espera, desespera y Elena y Matías (nombres ficticios), ya tienen al límite sus reservas de esperanza tras aguardar más de dos años una respuesta de Extranjería a su solicitud de residencia. Estos dos septuagenarios uruguayos residentes en Sada afirman tener los nudillos doloridos de llamar a las puertas de la Administración y ven cómo día a día merman sus ahorros, ya muy escasos, sin papeles que les permitan optar a las ayudas en tiempos de pandemia.

"El euro está a cincuenta pesos uruguayos, se nos achicó mucho la pensión, ya no nos queda casi nada", lamenta Elena, que relata que ya no disponen de recursos suficientes para pagar el alquiler y que las restricciones impuestas por el Covid-19 no solo limitan enormemente sus movimientos sino que también restringen sobremanera sus gestiones. "Estaba todo más o menos encaminado, pero nos agarró esta pandemia y ahora no se puede hablar con nadie", lamenta Elena, que agradece la paciencia del propietario de su vivienda: "El casero se está portando muy bien con nosotros, pero no queremos abusar de su bondad", apunta. El matrimonio agradece también el apoyo de entidades como el Club de Leones de Sada.

Ella es uruguaya, nieta de gallegos, vivió en Sada con su pareja, también uruguayo, con un permiso de residencia temporal entre 2004 y 2010. Abrieron un negocio, se empadronaron en este municipio con vistas a establecerse de forma definitiva y disfrutar de una plácida jubilación en Sada y comenzaron los trámites para conseguir la nacionalidad. Un problema de salud de Matías les obligó a hacer las maletas de un día para otro y regresar a Uruguay hace nueve años. A su vuelta a Sada todo se torció.

El permiso de residencia, que en 2008 pudieron renovar sin problema, se ha convertido ahora en una meta inalcanzable. Elena admite que cometieron un error y que, debido a su precipitado regreso a Uruguay, incumplieron el plazo para solicitar el permiso permanente, que tenían que haber solicitado antes de septiembre de 2010.

Este lapsus les ha salido caro. Su caso va más allá del vuelva usted mañana de Larra, es un eterno silencio administrativo. Su petición de residencia no obtiene ni un sí ni un no, simplemente no obtiene respuesta. Hace ya dos años que esta septuagenaria inició los trámites para la inscripción póstuma de su padre, hijo legítimo de un ciudadano español y, por tanto, español de origen. El trámite, relativamente sencillo, se ha demorado por una serie de anomalías burocráticas. En las oficinas de Justicia reconocieron en septiembre de 2019 que su petición no había sido tramitada por un fallo de la administración electrónica, lo que les ha obligado a iniciar de cero la solicitud.

El Concello ha solicitado la asistencia del gabinete jurídico del Consorcio, que se ha puesto en contacto en varias ocasiones con Extranjería para reclamar celeridad. "Es muy importante que resuelvan cuanto antes el expediente, sin permiso no pueden recibir ayudas", apunta el alcalde, Benito Portela.