Galicia entrará mañana en la tercera fase de la desescalada, pero hay ciudadanos que todavía no han podido subir el primer escalón hacia la "nueva normalidad". Son personas que acusan especialmente el desgaste del confinamiento y que aguardan la vuelta a unas rutinas que suponen en muchas ocasiones una tabla salvavidas. Es el caso de Ángel, un joven de 35 años con autismo severo que sigue sin saber cuándo podrá volver al centro de atención diurna que la asociación de padres de personas con trastorno de espectro autista (Aspanaes) gestiona en Culleredo.

"Supone un trastorno muy grave, es como si paralizasen su vida", lamenta su madre, María Luisa Fernández. Ella también acusa el desgaste de estos meses de confinamiento en los que ha asumido prácticamente todo el peso de los cuidados tras renunciar al cuidador por precaución. "La forma de ser de Ángel lo hace más fácil, pero estoy anímicamente cargada. Son 24 horas al día con él en la cabeza, sin expectativas de descansar. Cuando esperas un poco de luz, te dicen que para ti todavía no", lamenta.

Y es que la crisis sanitaria paró el reloj de muchas familias con dependientes a su cargo, personas con discapacidad, trastornos mentales o necesidades especiales que han visto alteradas sus vidas, al verse privadas de hábitos y terapias fundamentales en su desarrollo o para sobrellevar su día a día.

Entidades que gestionan centros de día en la comarcas de A Coruña, Betanzos y A Costa da Morte como Aspace, Aspanaes, APEM o Afaco, entre otras, han alertado del "deterioro" y el "grave retroceso" que puede provocar la suspensión tan prolongada de sus hábitos, rutinas y terapias. Los colectivos apelan además a los trastornos y dificultades de conciliación que sufren muchas familias, que deben volver a sus trabajos sin contar con el apoyo que prestan los centros de atención diurna a los dependientes.

Las críticas han llevado a la Xunta a dar marcha atrás y, tras anunciar que estos centros permanecerían cerrados hasta septiembre, se ha abierto ahora a adelantar la apertura, pero sin fijar fechas de momento.

La suspensión de la actividad de los centros de día afecta a todos los aspectos de la vida de los dependientes. "Toda su vida social y afectiva que no sea la familia está en el centro. Contábamos con que se abriesen ya. Se abren los bares, pero no piensan que esta gente también tiene sus necesidades de ocio, afectivas? Nos causa pena y un poco de frustración", explica Pepe Santiago, el padre de Jorge, un joven con parálisis cerebral usuario desde hace años de Aspace. Gracias a las redes sociales, Jorge ha podido seguir en contacto con sus compañeros, "pero no es lo mismo que el contacto cara a cara", dice: "Echo de menos el contacto diario, las charlas, las actividades...", relata este joven. Su caso, dice, no es tan grave porque él ha tenido "más oportunidades" que muchos de sus compañeros, como estudiar Bachillerato y sacarse selectividad. "El centro lleva dos meses preparándose para que ahora nos digan que no puede abrir", lamenta.

Como él, usuarios y familiares de otros centros inciden en las medidas que han tomado en los centros para garantizar una vuelta segura. Son conscientes de que no se puede garantizar la seguridad al 100%. "Tampoco en los bares", inciden, pero eso no puede ser óbice para "paralizar" sus vidas. El centro de día de APEM, que trata usuarios con trastornos mentales, ha tenido que suspender los servicios por la decisión de la Xunta de no pagar temporalmente las libranzas. Desde la asociación alertan del riesgo de deterioro de sus usuarios.

Casos menos severos han registrado también dificultades por el cierre. Usuarios del centro ocupacional A Escada o de la asociación Anhida han acusado la falta de rutinas y sesiones presenciales.