El incendio que redujo a escombros el interior y la cubierta de la casa Carnicero ha dejado una vez más en evidencia el desamparo de varias edificaciones modernistas de la comarca. De nada le sirvió a esta vivienda de Perillo que diseñó Rafael González Villar en 1917 su catalogación en el plan general de Oleiros. La protección, en vigor desde 2009, ha resultado hasta ahora papel mojado.

El incendio de la casa Carnicero estuvo precedido de décadas de abandono a pie de la ría de O Burgo. De alertas desoídas. "Esto se veía venir", lamentaba ayer una vecina ante la malograda vivienda, todavía humeante. Cuentan los residentes en el edificio anexo que alertaron al Concello durante años del precario estado de la casa, de los desprendimientos, de la incursión de okupas y del riesgo de incendio por la maleza y la suciedad: "Llegamos a encargar nosotros un desbroce", relatan. También pidieron una toma de agua para los bomberos, cuentan.

El relato suena a viejo. La historia del legado de Rafael González Villar en la comarca se escribe con más de un renglón torcido. No todas las obras de este reconocido arquitecto, al que A Coruña debe joyas como el Kiosko Alfonso o la Casa Molina, han corrido la misma suerte. Algunas han quedado literalmente en la cuneta, como la casa Carnicero. En ese reverso oscuro permanece también el sanatorio de tuberculosos que el extinto Concello de Cesuras reivindicó durante décadas como su "emblema" y cuya rehabilitación prometió la Xunta como "premio" a la fusión. Ya solo queda en pie la estructura, cubierta de pintadas. Años de reclamaciones y de promesas electorales no han valido para dar ni un paso hacia la rehabilitación de este singular edificio, que entró en diciembre de 2007 en la Lista Roja del Patrimonio. La Xunta, que prometió su restauración en 2013, hace años que ya no se pronuncia sobre el futuro de este emblemático edificio.

Tampoco han trascendido avances para la rehabilitación de otro edificio histórico atribuido a González Villar: la antigua fábrica de la luz de Betanzos. Este municipio, que atesora alguna de la obras más emblemáticas de este arquitecto, como las escuelas García Naveira, la Casa Núñez, la casa del pueblo o el palco de la música, sigue sin fecha para recuperar una edificación que sobrevive a duras penas a pie de carretera y que fue declarada monumento hace ya más de dos años sin que su catalogación surtiese ningún efecto en la práctica. Los pleitos entre el Concello y la propietaria Naturgy amenazan con demorar la solución sine die. El agujero de la cubierta crece cada día. A este paso, cuando llegue, no habrá nada que proteger.