"Como dice Tonucci, la ciudad en la que habitamos se ha vendido, se ha prostituido", aseguró ayer la creadora y directora del programa A Vila do Mañá, Sandra González, en referencia al autor de La ciudad de los niños. La iniciativa revisa el diseño de ciudades y villas a través de la mirada de los niños y aboga por la recuperación de espacios para el peatón y la reconfiguración de las urbes "a medida de las personas". El proyecto ha llegado por ahora a más de 2.000 niños en Galicia -en 2019 dio el salto a Brasil- y se desarrolla con apoyo de la Diputación, que ayer presentó la segunda fase a cargo del responsable provincial de cultura, Xurxo Couto, y la directora del programa. Couto alabó la intención del proyecto de fomentar "que el espacio urbano deje de ser hostil para humanizarse". De la comarca coruñesa, han participado niños de Arteixo y estaba previsto un taller en Cambre todas las tardes de este verano, pero se ha anulado por el Covid-19, igual que muchas otras actividades previstas. La pandemia, señaló González, ha permitido ver con más claridad la importancia de vivir en ciudades con suficientes espacios para caminar y pasear.

"Se trata de recuperar espacios. No es lo mismo vivir en una ciudad pensada para coches, de asfalto, que vivir sobre césped o sobre madera", sostiene González. La directora pone como ejemplo de la deshumanización de las urbes varios dibujos de niños participantes en el programa que situaban como elemento más importante el paso de cebra, "el único espacio que dejamos a los peatones". Para reconquistar esas zonas cedidas al asfalto y los coches, en los talleres se hace "una especie de urbanismo de guerrilla". "Hacemos actividades para recalcar que la ciudad tiene que ser de todos. Trabajamos con elementos del arte, como el punto y la línea -según la concepción de Kandinski- y ellos construyen el espacio, se apropian de él y así ya tienen un vínculo. Intentamos aportar una semilla para una ciudad más sostenible", explica la impulsora. Espacios atravesados por múltiples líneas de colores o delimitados por líneas blancas y rojas culminan la reconquista.

La siembra ha dado su fruto y en algunas localidades se ha conseguido que se queden como peatonales algunas calles. O que una plaza se despeje de coches y una fuente recobre protagonismo. Las actividades que se realizan en cada lugar dependen del propio lugar, de los niños o del número de participantes. La ciudad tiene que ser para los ciudadanos. Y las identidades son distintas", asegura la directora.

En los talleres, los niños dibujan sus ciudades o enmarcan una zona importante, que en algunos casos fue el establecimiento de una conocida cadena de comida basura. Los dibujos o los marcos elegidos por los chicos se utilizan como una suerte de diagnóstico y se les consulta qué zonas quieren recuperar y cómo intervenir. Se barajan elementos vinculados a la identidad de cada sitio, como en Malpica las redes de pesca. "Los niños disfrutan más las calles desde que vinisteis", aseguró un representante del Concello malpicano.