Sara Peteiro y su grupo de familiares y amigos estaban ayer en una terraza de Fonte de Unta pensando que otros años, a esa misma hora, remontaban el Mandeo en lancha hasta llegar al campo de Os Caneiros, donde fondeaban, comían, y luego disfrutaban de la fiesta. "Sin el Globo ni Os Caneiros, solo nos queda echarnos a los bares", señalaba a su lado Cristina, que lamentaba que era "la primera vez" que no hacía la jira. "Pero sí que hicimos globos de papel, artesanales", contaba el pequeño Alejandro Jueguen, vecino de Vilagarcía pero que cada año veranea en Betanzos porque sus abuelos nacieron en esta ciudad a la que la Covid-19 le ha robado sus fiestas pero no su sentimiento betanceiro.

"Llevamos todos estas camisetas de O Curruncho para solidarizarnos, es un bar que cerró, que pagó las camisetas que siempre regala por Os Caneiros, y la recaudación la entregó a Cruz Roja y a un proyecto en Nepal", explica Sara, mostrando la prenda, con el lema Lost Paradise.

El acceso al campo de Os Caneiros se cortó por la entrada desde Coirós y por el paseo de A Tolerancia en Betanzos donde todo el día hubo patrullas de la Guardia Civil y también de la Policía Local, para controlar que se respetaban las restricciones a causa de la pandemia.

Sin desembarco

Las fuertes lluvias de la mañana dejaron una imagen desolada del embarcadero, pero a partir de las dos de la tarde, cuando ya subió la marea, empezaron a subir algunas familias, hasta juntarse catorce frente a Os Caneiros, según fuentes de Protección Civil (que este año no subió en la lancha), con muy poca gente a bordo y sin desembarcar en ningún momento, al no estar permitido por seguridad. El resto de embarcaciones quedaron amarradas y sin su habitual ornamentación floral.

La zona de Fonte de Unta , los Soportales y las Callejas, se llenaron de gente y por la tarde se pudieron ver a muchos jóvenes en pandillas por estas zonas.

"A nosotros esta pandemia no nos ha cambiado nada los planes. Otros años también estamos aquí a esta hora, venimos, tomamos un café y nos vamos para casita y ya no salimos", comentaba una betanceira en una terraza de los Soportales, junto a cuatro amigas.