“No es cambiar por cambiar. Detrás hay muchas otras cosas: crear empleo, salud para los niños y para los ecosistemas...”, sostiene el gestor de la Reserva de Biosfera Mariñas Coruñesas e Terras do Mandeo, Jorge Blanco, sobre el plan de expandir, paulatinamente, los comedores ecológicos en centros educativos en los 17 ayuntamientos integrantes y la ciudad de A Coruña. La iniciativa ha logrado una subvención de 57.000 euros de la Fundación Daniel & Nina Carasso para financiar el proyecto EcoComedores de la Biosfera, “herramienta para un cambio social, animando al consumo de productos ecológicos de temporada y proximidad en centros escolares”, detalla en la resolución de la ayuda la entidad, que fomenta el desarrollo de “sistemas alimentarios más sostenibles”, explica Blanco.

El objetivo de la reserva llegar a los veinte centros educativos adheridos al proyecto de comedores ecológicos en dos años —en la actualidad son doce— y a una docena de productores, de los seis que participan en la actualidad. Pretenden comenzar por escuelas infantiles de A Coruña. Blanco asegura que el crecimiento de esta iniciativa se ha ralentizado por la pandemia pero había recibido muy buena acogida por parte del departamento de Educación del Ayuntamiento coruñés. Celebra, además, contar en la ciudad con una de sus principales aliadas, una pionera en la defensa de los menús ecológicos en los centros docentes: la directora de la escuela infantil A Caracola, Beatriz Ferreira. “Lleva diez años haciendo esto, empezó antes que nosotros”, alaba el gestor. “Si conseguimos conectar el rural con la ciudad y estos comedores escolares con los productores de la comarca, podemos conseguir que siga habiendo productores nuevos. Nos sorprende porque cada año se incorporan dos o tres productores ecológicos nuevos a la reserva”, destaca.

Blanco incide en que el incremento de centros y productores asociados a la iniciativa pretende ser paulatino. Tratarán de expandirse en la ciudad al tiempo que buscarán seguir sumando socios también en los concellos de la reserva.

El beneficio más inmediato y visible en el cambio a los menús ecológicos y de proximidad se plasma en la alimentación de los niños. “No hay que comer proteína animal todos los días, sino buscar ese equilibrio entre fruta, verdura, proteína vegetal, animal… son los principios de una dieta saludable”, señala el responsable de la reserva. “Tomar de primero lentejas con chorizo, de segundo filete con patatas y de postre, yogur, supone casi tres veces más de la proteína que necesita un niño, y además es mucho más cara la proteína animal. Estos menús buscan balancear la alimentación y que sean ecológicos en la medida de lo posible, o de una agricultura más ecológica, más sostenible”, detalla Blanco.

“Unas espinacas ecológicas merman menos al cocinarse, porque cuando crecen rápido, las células se llenan de agua, pero las ecológicas tienen más fibra, más vitaminas... Lo mismo pasa con un pollo criado en el campo, que come maíz y bichos y que crece más lento que el de granja”, apunta.

Los beneficios del cambio de sistema van mucho más allá de una mejor alimentación “Si se consumen patatas de Irixoa o grelos de Cambre, eso permite que haya empleo en el rural en Cambre e Irixoa, que esos pueblos no mueran, que siga habiendo pequeñas escuelas ahí, que sigan teniendo su parroquia y su cura y servicios municipales”, ejemplifica Blanco. “La clave del proyecto es que la gente se dé cuenta de que, detrás de nuestra forma de consumir, hay una actividad económica que ayuda a mantener el rural, el paisaje y, además, é más sano, está más rico y combate el cambio climático. Que primero se entienda eso y nosotros, como padres y madres, lo entendamos”, señala el gestor de la reserva.

Sobre el ritmo de crecimiento del proyecto, que será “paulatino”, incide Blanco, apunta que “producir es muy difícil”. “La agricultura no es una industria, no haces una nave y sabes que metes 200 varillas de acero y te salen 2.000 puntas. En el campo es muy difícil porque está vivo”, sostiene. Explica que un emprendedor puede tardar “un año y medio desde que empieza hasta que recoge su primera lechuga o tomate”, tras superar plagas o enfermedades, además de pasar la fase de adaptación del suelo, planificar o tramitar las ayudas. Asegura, además, que iniciar una actividad de estas características supone “una inversión importante para un particular” y afirma que la apuesta de la reserva es por la “agricultura familiar”.

Seis años de revolución a fuego lento

La apuesta de la reserva de la biosfera por mejorar la alimentación de los escolares al tiempo que promueve el empleo rural comenzó en 2014. Desde entonces, apoyada por la reserva de la biosfera y el Grupo de Desenvolvemento Rural (GDR), la entidad supramunicipal ha promovido la formación y el emprendimiento en el sector y la alianza entre los comedores de centros docentes y los productores ecológicos de proximidad. “Hay que aprovechar que Galicia es una de las comunidades con más colegios que tienen cocina. Eso es un lujo”, asegura el gestor de la reserva, que alaba las ventajas del suelo mariñán para el cultivo hortícola. “En 2014 se formuló y ahora está más de actualidad que nunca porque la pandemia nos hizo mirar de otro modo al medio rural. Los productores estuvieron dando la batalla y veíamos que una forma de apoyarlos era tener garantizada la comercialización y que el proyecto de EcoComedores permite poner de acuerdo a un colegio, las ANPA y a los cocineros, que no siempre tocan la misma partitura”, señala Blanco. “Da más trabajo lavar guisantes o pelar zanahorias ecológicas que echar a hervir una bolsa de menestra congelada, pero los cocineros, que son clave, nos dicen que es más satisfactorio”. Por ahora, centros de A Coruña, Carral, Oza-Cesuras, Cambre, Sada, Oleiros y Abegondo se han sumado.