A dos minutos del centro de Porzomillos, una de las principales parroquias de Oza-Cesuras, el pavimento se interrumpe de golpe y da paso a un lodazal. Unos metros antes, el brusco empeoramiento del firme ya da pistas a viandantes y conductores de que se adentran “en territorio comanche”, en palabras de María González Lage. Esta sexagenaria y su marido, Juan José Bouza, viven en una de las últimas casas de O Vinte. El único acceso a su vivienda estaba ayer totalmente intransitable por los trabajos de tala y carga de madera. Hasta el punto que se vieron obligados a atravesar la vía del tren.

No es un caso puntual, denuncian. “Llevamos diez años así, el Concello nos dice siempre que lo va a arreglar pero no hace nada. No hay derecho, nosotros también pagamos nuestros impuestos”, se lamentaba ayer Juan José mientras avanzaba con dificultad por esta vía que comunica Oza-Cesuras con Coirós, el único acceso a los montes de la zona, utilizado asiduamente por los maderistas, que no disponen de una zona lo suficientemente amplia para hacer las labores de carga sin invadir la vía.

El tramo que conduce a su vivienda está cubierto por socavones, baches, charcos y lama. A cada paso, los pies se hunden un poco más en el lodo. “Este es el panorama tenemos aquí. ¿Cómo salimos de casa así?. Nos dejan aislados. Imagínate que tenemos una urgencia, ¿qué hacen?, ¿vienen a buscarnos en helicóptero”, apunta María. “Ya no es solo cuestión de limpiar, es que la carretera está totalmente destrozada”, apunta Juan José.

Una panadera que realiza el reparto por la zona detiene su furgoneta para sumarse a las quejas. “Para dejar el pan tuve que venir tres veces, no se podía pasar. Cuando era niña había carreteras llenas de pozas mejor que esta”, se queja. No es el único servicio al que le cuesta abrirse paso hasta la casa de María y Juan José. El cartero ya ha avisado al matrimonio que va a dar parte a Correos. “Nos dijo que no podía pasar, que destroza el coche”, cuenta María.

Un par de vecinos hacen un alto en el camino para solidarizarse con el matrimonio. “Esto no se puede consentir, es indignante”, apunta Micaela Pérez. José Manuel Castro menea la cabeza. “Antes por aquí venía a pasear mucha gente, pero así no hay forma. Esto es una animalada, no se puede andar con máquinas tan pesadas, no sé cómo aguanta el puente”, critica.

Los tres ediles del PSOE de Oza-Cesuras se desplazaron hasta la zona para comprobar in situ los daños. Su visita coincidió con la del operario al que el Concello encomendó a finales de noviembre la inspección de las talas. Este municipio, con una elevada actividad forestal, carecía hasta ahora de una ordenanza que regulase las obligaciones de los maderistas, normas de las que disponen desde hace años la inmensa mayoría de los ayuntamientos de la comarca “El alcalde [Pablo González, del PP] nos llegó a decir que si se ponen normas, se compra menos madera”, afirma Juan José. Tras años de reclamaciones de la oposición, PSOE y BNG, el Ejecutivo aprobó en octubre la normativa, pero de momento no parece ser una herramienta útil. “Ya avisamos a las empresas que tienen que presentar la documentación para cortas, pero es como todo...”, apuntó el trabajador municipal que se personó ayer en el lugar y explicó, para indignación de afectados y socialistas, que han dado un tiempo a los maderero para adaptarse a las normas.

“Esto ya estaba lleno de baches, nosotros solo trajimos la lama”, defendió ayer el responsable de la tala, que admitió que la vía “podía estar más limpia”. “No podemos estar todo el tiempo con la cisterna”, adujo y recalcó que arreglarán los daños al término de los trabajos.

La oposición ha reclamado insistentemente el arreglo de la vía y que se obligue a los maderistas a cumplir las normas. Este diario intentó ayer sin éxito recabar la opinión del alcalde.