Diego Rodríguez retiró hace tiempo del antiguo bar de la Casa Carnicero del Pasaje el cuadro con la fotografía del parque de ostras de la ría de O Burgo realizada por el fotógrafo Juan Bautista Abrillón de A Coruña porque se estaba deteriorando. Y ahora es lo único que queda de este emblemático edificio modernista del arquitecto Rafael González Villar tras el incendio voraz del pasado verano y el impacto de dos palas el día de Fin de Año para derribarla después de sufrir desprendimientos por los temporales. Diego es uno de los herederos de este inmueble en el que jugaba con su hermano en la infancia y se siente apenado por su desaparición.

Un edificio que llevaba más de cien años al pie del puente y de la ría, y ya no quedan más que unas piedras.

Fue una pena, no queríamos que se derribara, pero había informes técnicos que decían que había que hacerlo porque era un peligro. Ya cuando ardió fue un golpe, y con la virulencia que tuvo... Menos mal que no le pasó nada a nadie. Ahora pasas por el puente y no la ves y sientes un vacío brutal, porque tienes el recuerdo de toda la vida.

La casa estaba protegida pero estaba en muy mal estado y su rehabilitación suponía un coste muy elevado para la familia según explicó el Concello, con el que negociaron la cesión.

Mi padre hace años ya habló con el Ayuntamiento para tratar de llegar a un acuerdo pero después, por su trabajo, tampoco pudo estar pendiente. Yo le había insistido en esto porque queríamos arreglarla cuanto antes, porque era un peligro para cualquiera, pero para nosotros el coste era inviable. Luego él murió hace tres años de forma inesperada y se tardó mucho con los trámites de la herencia, porque había que poner de acuerdo a todos, los papeles, las autorizaciones para la cesión, lograr que un juez autorizase una firma de un familiar con discapacidad. Con el tema del COVID también hubo retrasos. Yo había hablando incluso con empresas para conocer el coste de la rehabilitación, o ver si estaban interesadas en comprarla para conservarla, pero al pasar el tiempo sin conseguir nada, fue cuando nos dirigimos al Ayuntamiento.

Al final la cedieron al Concello. ¿Sin compensación?

La cesión de la propiedad la hicimos a finales de año, ya era municipal cuando se derribó. Fue una cesión gratuita, ellos se hicieron cargo del coste de notaría y la demolición. Cuando se empezó a negociar la cesión queríamos que fuese para un uso público. Como biblioteca ya hay cerca, podría haber sido un centro de interpretación de la ría, por ejemplo. O lo que quisiera el Concello. Justo estábamos con los trámites cuando ocurrió ese incendio extraño.

¿Se sabe algo de la investigación?

Aún no sabemos nada, la Guardia Civil no nos ha comunicado nada aún. Una vecina del edificio de al lado me dijo que vio entrar a dos chicos ese día. No había okupas, entraba gente de vez en cuando pero no vivían allí. Yo entraba en la casa de vez en cuando. Estaba hecha polvo, el suelo se movía todo. En todos estos años habían entrado a robar el cableado, las tuberías de cobre... ya no quedaba nada dentro. Pero no podía arder por sí sola, no tenía electricidad hace muchos años. Yo creo que fue alguien que fue allí a quemarla con algún motivo, estoy segurísimo, tal como prendió, no fue ningún indigente que hizo fuego para calentarse. No estaba asegurada, nadie te asegura una casa en ese estado.

Ya habían desaparecido hace muchos años otras construcciones de la propiedad, la caseta del parque de las ostras, por ejemplo.

Costas en su día tiró una caseta que estaba abajo y también todo el parque de ostras, tiró con todo para hacer el paseo marítimo. Puedes ver cómo era el parque en esta foto que saqué de la casa hace tiempo [enseña la imagen en marcada], me daba pena que siguiese deteriorándose. Estuvo muchos años colgada en el bar, y menos mal porque se habría perdido también en el incendio.

¿Son familiares de Carnicero?

No. la casa y el parque de ostras eran de Enrique Carnicero, que la vendió a Manuel Vázquez Lois y éste le dejó todo a mi abuela. Mis abuelos eran una gente maravillosa, muy queridos.

¿Usted vivía en la casa?

No, estaban mis abuelos. Los fines de semana sí, mi hermano y yo íbamos allí, decíamos vamos a la casa de los abuelos del Pasaje. Mi primo sí que estaba más allí. Era una maravilla para jugar. Imagínate, tenía miles de habitaciones. Comedor, bar, despensa, cocina, sótano... En realidad habían sido comedores, pero luego se reconvirtieron en habitaciones. Llegabas y tenías sitio para jugar en el sótano, o bajabas a la finca a jugar con los perros, o a la ría a coger almejas. Era una finca enorme. Lo pasábamos muy bien. Incluso tenía cine

¿Cine?

Sí. La planta baja se unía por atrás, por un puente, con una terraza con vistas a la ría y debajo estaba un cine. Cuando yo era niño el cine ya no funcionaba. Teníamos una llave enorme, abríamos, estaban los baños a los lados, y las butacas de madera, que se reclinaban, y una pantalla grande. Había carteles de películas muy antiguos, pero no se conservó nada de eso. Además de cine se celebraban bailes, venían grupos a tocar. En aquellos años debía de ser esto muy concurrido, lleno de vida.

Dicen que iban los famosos a comer ostras allí.

Mi padre me contaba que cuando eran jóvenes estaba de moda el día de Fin de Año salir y luego en Año Nuevo ir a comer las ostras a Carnicero para curar la resaca, y tenían que ir temprano a abrirlas para servir.

Ahora vamos a comer los churros a Betanzos.

Sí, ya ves.

La Casa Carnicero era también estanco (además de tener cine, parque de marisco, restaurante, bar y pista de baile). Y usted regenta un estanco.

Sí, a mis abuelos le dieron la concesión entonces, luego pasó a mi padre aunque lo llevaba yo, y aún sigo. Cuando yo era pequeño estaba aún el estanco, hace más de treinta años.