El puente de O Pedrido tiene una longitud de 518 metros sobre la ría de Betanzos y es clave en las comunicaciones entre A Coruña y Ferrol, ya que son muchos usuarios los que circulan por él para evitar el peaje de la AP-9. Esta infraestructura, que acaba de cumplir 78 años de edad y que es de titularidad de la Xunta, fue toda una revolución cuando abrió al tráfico porque evitó el paso obligado en barca o el rodeo de casi diez kilómetros por la localidad brigantina. La construcción del viaducto arrancó en 1927 y no finalizó hasta 1943, cuando se cortó la cinta inaugural y se permitió el tránsito. Por el medio, los trabajos se vieron interrumpidos por el estallido de la Guerra Civil, lo que retrasó todavía más la ejecución, que ya había sufrido importantes dificultades previamente.

La gestación de este puente, realizado en hormigón armado y ejecutado por el Estado, es larga y se remonta a principios del siglo XX. El ingeniero Luciano Yordi redacta un proyecto para una estructura que salve el paso de la ría. Lo hizo en 1922, pero el documento no fue aprobado hasta dos años después. La adjudicación de los trabajos se realizó a Julián Dorao por un presupuesto de 1.085.000 de pesetas y fueron comenzados en mayo de 1927.

Obras de rehabilitación del puente de O Pedrido en 2013. | // 13FOTOS

El proyecto estuvo dividido en dos partes: el tramo central y los pilares laterales. El puente está compuesto de trece arcos y un tablero en la parte intermedia. Este último es el que más destaca. El ingeniero César Villalba asumió la construcción de la estructura, que fue terminada por Eduardo Torroja, quien diseñó el remate.

Villalba explicaba, según publicó en un artículo en la Revista de Obras Públicas en 1943, que “comenzadas las obras aparecen discrepancias entre el proyecto y la obra a realizar, que habían de dificultar esta”, por lo cual se autorizó “la remisión del proyecto reformado”. Durante la construcción se vio que no se podía hacer en seco la colocación de ciertos elementos, ya que en el proyecto había un error en la fijación de la altura de las mareas.

En 1928 varios ayuntamientos, según indicaba Villalba, solicitan un aumento del ancho de la calzada, petición que fue aceptada, pero que lo que supuso la paralización de la actuación porque afectaba “a la esencia misma del proyecto”. En ese momento es designado César Villalba como ingeniero. Ante esta situación, es necesario rehacer el estudio del nuevo proyecto, aunque al poco tiempo varios vecinos de Betanzos solicitan que se modifique la altura de la estructura para permitir el paso de embarcaciones. La petición fue aceptada. En 1929 estaba listo el nuevo estudio. Una vez superadas estas dificultades aparece una nueva: la adjudicataria pide la rescisión del contrato. Los trabajos los finalizaron Ricardo Barredo y Esab Ibérica. Durante la realización de los trabajos, los pilares centrales necesitaron, especialmente el de la orilla izquierda, un refuerzo o engrosamiento, por el terreno fangoso.

Tráfico en el puente de O Pedrido. | // CARLOS PARDELLAS

El ingeniero Eduardo Torroja se encargó de la finalización de la obra en la década de 1940 tras la interrupción de los trabajos provocada por la Guerra Civil. Villalba dejó los trabajos sin finalizar. La revista Informes de la Construcción se hizo eco en los 60 de la memoria del proyecto, en la que Torroja detallaba que debía encargarse de la ejecución del tramo central y que se encontró con que “las armaduras para el mismo, que ya estaban acopiadas a pie de obra antes de la guerra, estaban totalmente inservibles”, con lo que fue necesaria obtener unas nuevas. Finalmente el puente del conocido pasaje de O Pedrido se inauguró el 15 de abril de 1943, en un acto que contó con la presencia del entonces jefe del Estado, el dictador Francisco Franco, que se encargó de cortar la cinta inaugural.

La carretera de la que forma parte el puente fue cedida a la Xunta, que realizó una reforma integral en los años 90 y hace poco más de un lustro. En esta última intervención, el Gobierno gallego afirmaba que el puente no presentaba daños estructurales, pero sí superficiales que podían ocasionar un deterioro progresivo de la infraestructura, razón por la que se optó por las obras.