Querían medir los niveles de ruido que soportan en las entradas y salidas, recreos... y se percataron de que tienen un ruidoso vecino cuyos sonidos habían ya asimilado: Alvedro. “Me di cuenta de que, muchas veces, cuando damos clase, tenemos que interrumpir nuestro discurso porque pasan los aviones. Dejamos de hablar unos segundos. Y los chavales ya lo saben”, cuenta la profesora Ana Rey, que coordina junto a Uxía Fontaíña el círculo de aprendizaje de un proyecto de investigación sobre el ruido ambiental en el instituto Rego de Trabe, de Culleredo, en el marco del programa Erasmus K3 Stem, que coordina la profesora de Tecnología Beatriz Méndez.

Un alumno, con un medidor de ruido en un pabellón deportivo del Rego de Trabe. | // LA OPINIÓN

“El ‘protocolo COVID’ ha mermado el ruido en el centro”, asegura Rey, aunque matiza que por momentos es todavía superior a los máximos que recomiendan organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los tráficos del aeropuerto, en cambio, mantienen decibelios aunque, eso sí, son menos frecuentes debido a la reducción de vuelos como consecuencia de la pandemia.

La afección de la actividad de Alvedro en el instituto interesó al grupo de trabajo, en especial, al conocer el anuncio de las obras de reparación de la pista que se prevén realizar próximamente. Para indagar más a fondo en todo lo relativo al aeropuerto, un grupo de alumnos participantes en la iniciativa —Ángela, Marina, Isabel, Daniela y Miguel— se desplazaron esta semana al Ayuntamiento y entrevistaron al jefe del gabinete técnico municipal, Javier Varela, quien les explicó “que hubo reivindicaciones como bajar el tráfico del aeropuerto de noche, que las mediciones de ruido propiamente dichas no se están realizando...”, cuenta Rey. “Nos contó que la insonorización de viviendas de nueva construcción venía reglada por la ley de ruido, que es una ley estatal... Fue una entrevista breve, diez preguntas”, explica la docente, quien celebra que el encuentro sirvió para que los chicos “tomen conciencia” del impacto del aeródromo.

“Con este proyecto, adquieren competencias y habilidades que en el aula, en una clase normal, no pueden desarrollar. Es interdisciplinar y los ponemos en un escenario real”, celebra. El proyecto continuará para extraer conclusiones, proponer medidas y ayudar a concienciar.