La memoria no pudo franquear ayer los muros del pazo de Meirás, pero las víctimas del franquismo estuvieron más presentes que nunca en los aledaños de la que fue residencia de veraneo del dictador, ahora en manos del Estado aunque todavía provisionalmente. Los retratos de los represaliados cubriendo el portalón de entrada a este bastión franquista resumen el espíritu de una manifestación que congregó a cerca de medio millar de personas (más de mil, según la organización) para pedir que la memoria se abra paso de una vez en el pazo de Meirás y unidad política para evitar un “nuevo y doloroso expolio”, el de los bienes, pendientes de un hilo judicial y que aguardan aún por el blindaje BIC de la Administración.

Los actores Isabel Risco y Fernando Durán. | // C.P. Antares Pérez

La negativa del Estado a permitir a las entidades de la memoria concentrarse en los jardines del pazo propició la crítica unánime de los congregados, hasta las de una inusualmente pizpireta Carmen Polo, interpretada por Isabel Risco. El investigador Carlos Babío, coautor de Meirás, un pazo, un caudillo, un espolio, se mostró especialmente duro y reivindicó el trabajo de las entidades memorialistas y su contribución decisiva a la recuperación de As Torres: “El pazo es ahora patrimonio del Estado, lo que no cambió es el lado del muro del que tenemos que manifestarnos. En una democracia normal, hoy las puertas de Meirás estarían abiertas”, denunció el activista, entre aplausos de los congregados.

Carteles con fotografías y los nombres de represaliados a las puertas de la entrada del pazo de Meirás. | // CARLOS PARDELLAS Antares Pérez

Entre los asistentes, históricos y destacados representantes del movimiento memorialista, como Manuel Monge, Beatriz Gómez, Fernando Souto o Plácido Lizancos; del sindicalismo, como Suso Díaz; políticos de la izquierda, como el BNG, con Ana Pontón y la eurodiputada Ana Miranda a la cabeza; Podemos, con Antón Gómez Reino; Anova, con Antón Sánchez entre otros, y responsables o militantes de Esquerda Unida y Marea Atlántica, Alternativa dos Veciños o Sadamaioría, con el alcalde de Sada, Benito Portela, al frente.

Los manifestantes realizaron un pequeño recorrido por Meirás hasta desembocar en la puerta del pazo. Algunos portaban pancartas con el lema O pazo para o pobo e a memoria y otros, los nombres y rostros de represaliados, paseados ayer para conjurar el olvido. La marcha estuvo marcada por la escasa presencia policial, hasta el punto de que fueron los propios organizadores los que dirigieron y pararon el tráfico, con un militante nacionalista abriendo paso al volante de su Polo gris, decorado para la ocasión con los carteles diseñados por Luis Davila y con un megáfono del que salían consignas como Meirás é do pobo o Menos turista y más memoria digna.

Fue un acto emotivo y festivo, el primero tras la histórica sentencia que devolvió As Torres al Estado, en el que primó el recuerdo de los represaliados, aunque con llamadas de atención al Gobierno y a la Xunta. “Un toque”, en palabras de Ana Pontón, para que Xunta y Estado se “pongan las pilas”, protejan los bienes de Meirás y den la batalla en un proceso judicial que sigue abierto. El trío Tanxugueiras y un grupo de gaiteiros de Sada pusieron la banda sonora a un acto en el que se reivindicó el pazo como “referente de la memoria democrática. Un lugar “para recordar a “aquellos que vieron sus tierras hurtadas para mayor gloria del dictador”, a los “que tuvieron que dar lo que no tenían para obsequiar a quien les negaba la libertad” y por los “que soñaron con una Galicia en la que vivir una vida justa y terminaron en una cuneta”, en palabras del historiador Manuel Pérez Lorenzo.