Cierra la Ferretería Raimundo Núñez. Así dicho puede que haya quien no caiga, pero si se decimos que echa el cierre La cabeza del caballo, muchos se llevarán un disgusto. Este mítico comercio del casco histórico, el más antiguo de Betanzos después de la Farmacia Couceiro, baja la persiana por jubilación. “Es lo que hay”, se encoge de hombros Ignacio Núñez Varela, el último de la saga familiar en regentar este negocio que abrió sus puertas en 1877. “Lo abrió mi bisabuelo por capricho”, cuenta Nacho, como lo conocen todos en Betanzos.

El adiós del caballo más famoso de Betanzos AntaresPérez

Pertrechado tras el mostrador, este veterano vendedor muestra risueño los tesoros que almacena un comercio que fue mucho más que una ferretería, como atestigua un cartel de los primeros años expuesto en una vitrina: “Quincalla, paquetería, perfumes, encajes, librería, papelería, objetos de escritorio, calzado, paraguas, relojes...”, son algunos de los objetos que se dispensaban en un negocio que alberga aún cerca de cinco mil artículos y cientos de anécdotas, empezando por la historia que esconde la peculiar cabeza de caballo que preside la fachada.

El adiós del caballo más famoso de Betanzos

“La compró mi abuelo en Alemania. Antes en la tienda se vendían juguetes y colgaban en la puerta un caballo de cartón. Con el tiempo en la zona empezaron a hablar de la tienda como ‘la del caballo’ y mi abuelo colocó esta que compró en Alemania ”, cuenta Nacho.

El adiós del caballo más famoso de Betanzos

El distintivo por excelencia del comercio continuará anclado en la fachada y el destino de todos los tesoros que alberga en su interior sigue en el aire. Tampoco está descartado un posible traspaso: “Aún puede haber algo”, apunta este comerciante, que en los últimos días no ha parado de atender a gente sorprendida y apenada por el cierre. “No paran de petar en la puerta”, relata. Él, reconoce, tampoco acaba de asumirlo: “Me lo tengo que ir creyendo”.

A Ignacio Núñez también le cuesta asimilar el cierre de este negocio histórico: "Me lo tengo que ir creyendo"

No solo cierra un comercio. Esta ferretería del casco histórico es un pequeño museo que atesora un trocito de historia de la ciudad. Aún conserva el antiguo mostrador que encargó Raimundo Núñez Colomer en 1877, semioculto bajo la nueva repisa y también los viejos muestrarios de puntas, herramientas con más de un siglo de historia o la máquina de hacer llaves que les regaló Eusebio Tenreiro tras echar el cierre a su negocio.

Antiguo muestrario de puntas que formaba parte del mostrador original

En sus vitrinas, este comercio expone enseres de todo tipo que hicieron las delicias de los nostálgicos: paquetes de jabón en polvo Lagarto, juguetes de latón, un airgamboy con su caja original, botellas de “la selecta gaseosa La Pitusa”, cámaras fotográficas antiguas, todo tipo de herramientas, como unas tijeras de sastre, las mismas que se ven en una foto antigua en la que posan tras el mostrador su abuelo con dos de sus hermanos.

Juguetes expuestos en la vitrina

“El otro día me dijeron que podía vivir de cobrar a la gente por hacer fotos”, bromea Nacho mientras pasea la vista por este abigarrado catálogo de enseres que permitiría realizar un estudio etnográfico del ayer de Betanzos. Objetos cotidianos en el pasado a los que no siempre se les dio el uso para el que fueron concebidos. “Después de la guerra se llegaron a vender bacinillas para cocinar por la escasez que había”, apunta.

Él hizo sus primeros pinitos en este negocio familiar con solo diez años. “Me daban diez pesetas por trabajar los domingos y tú no sabes lo que era eso entonces, era el jefe”, ríe. Los tiempos, dice, han cambiado mucho desde entonces. Y no siempre para bien.

“Aquí llegamos a tener hasta cuatro sin contar a los de casa”, narra este ferretero, que ha vivido en primera persona el declive del casco histórico. “Se notó mucho, cantidad de gente se fue para la zona nueva”, lamenta. La crisis también se dejó sentir. Y mucho. “Fue un palo”. Lo último que vendió, cuenta, fueron “dos pilas para un transistor”. Queda todavía mucho trabajo por delante, aunque sea a puerta cerrada. Son cerca de tres mil artículos los que se almacenan en este histórico negocio. Hay más de cinco mil llaves en cajas. Aunque parezca imposible, Nacho, al igual que los que le acompañaron o antecedieron tras el mostrador, sabe lo que hay en cada cajón.

"Lo último que vendí fueron dos pilas para un transistor"

El futuro de todos estos objetos está en el aire. Y no hay que descartar que alguien tome las riendas de este caballo que ha demostrado de sobra su resistencia. El último de sus jinetes prefiere no hacer cábalas de momento, aunque cree que el negocio podría tener un futuro: “Renovándola, la ferretería da”. El tiempo dirá si es un punto final o el arranque de otro capítulo.

Ignacio Núñez junto a una foto de los pioneros en este negocio familiar