Las ciudades deciden y delimitan cuáles son las zonas verdes públicas, los jardines, los parterres. Deciden qué plantas y árboles y qué especies porque duran más, tienen colores más vistosos y requieren menos mantenimiento. Son espacios verdes construidos y domados a conveniencia de una comunidad, que periódicamente son recortados, donde las que llamamos malas hierbas son eliminadas. Aún así, la vida verde siempre se resiste y se rebela y sabe abrirse camino. En Oleiros esta rebelión de la naturaleza construye espacios peculiares, diminutas islas vegetales, algunas de ellas respetadas. En Santa Cristina un seto se esfuerza por hacerse con la acera y la calle, apenas deja asomarse a unos bolardos y va a por una señal de ceda el paso. Muy cerca, lo que un día fue un poste hoy es una escultura vegetal gigante. Unos castaños en As Pedreiras ocultan la señal de una parada de bus (aunque más bien tendría que alertar de la caída de erizos de castañas sobre la acera). La vid de Viñas de Babilonia forma un túnel vegetal sobre la acera y la de Mera embellece el acceso a un bajo. Ambas son respetadas por el Concello. En el cruce de Montrove se dejan crecer las hortensias hasta casi ocultar las señales.