Un simple aficionado a la botánica encontraría al menos 25 especies recorriendo el pequeño complejo dunar de la playa de Santa Cristina, un espacio que pudo ser un importante ecosistema si alguna vez hubiese sido protegido o cuidado pero que ahora está condenado a su desaparición. “Las dunas de Santa Cristina no tienen remedio, están muertas o en camino de morir, ya es imposible repararlas, este complejo dunar es irrecuperable”, explica el catedrático emérito de la Universidade de A Coruña Juan Ramón Vidal Romaní, uno de los mayores especialistas en la geología gallega.
La presión urbanística estuvo a punto de hacer desaparecer este arenal (llegó a estar en venta la playa de Santa Cristina) pero aunque sobrevivió su elevadísimo uso por parte de los bañistas y paseantes y la enorme erosión que sufre han tenido un importante impacto. Entre 1992 y 1993 y también entre 2006 y 2007 el Estado realizó dos regeneraciones con rellenos de arena para evitar la desaparición de la playa pero este proceso sigue adelante: hay árboles al borde de la duna que ya tiene sus raíces totalmente al aire.
El dragado de la ría también podría acelerar esta erosión. “Se va a hacer sito a la entrada de más de 600.000 metros cúbicos de más, que entrarán por el mismo canal entre el final de la barra de arena y el colegio Santa María del Mar en la orilla de A Coruña, por lo que la erosión se va a incrementar”, señala Vidal Romaní. Este experto está a favor de la pasarela peatonal que proyecta la Xunta para conectar A Coruña con Santa Cristina pero admite que habría que estudiar la estabilidad del apoyo en la duna ante el riesgo de la pérdida de arena, sobre todo después del dragado.
A pesar de todos estos problemas y la falta de toda protección sobre este espacio, la playa de Santa Cristina tiene la singularidad de un pequeño bosquete de viejos eucaliptos y chopos, con hierba en el suelo salpicada de margaritas y también una conocida planta invasora, de flor amarilla, la Arctotheca caléndula. Al final de este pequeño bosque ideal para refugiarse si hace demasiada calor, aparece la vegetación típica de duna. No falta otra invasora, de flor fucsia, la llamada uña de gato. Pero también aparecen grandes formaciones de hinojo entre la masa de carrizos, además del hinojo marino. Miles de pequeños caracoles se alimentan de varias plantas.
Pueden verse los delicados alhelíes de mar, la artemisa, la sausana, el hordeum (parece trigo), la euphorbia, el perejil de mar (comestible) o una formación de mioporos originarios de Australia). El rumex da un color rojo a este conjunto de flora, entre alguna formación de helechos y gramíneas como la hierba triguera. Estos días no era visible una planta en peligro de extinción, una linaria (paxariños amarelos), aunque en el estudio de impacto del dragado se constató su presencia.