La Opinión de A Coruña

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Expectación en la apertura del Labirinto de Breoghán: familias de toda Galicia disfrutan de un plan para perderse y descubrir Vilarmaior

Numerosas personas se aventuran por laberinto más grande de España y aprovechan para conocer el rico patrimonio cultural y arqueológico que atesora Vilarmaior

Una familia, ayer, al término del recorrido por el Labirinto de Breoghán

Desde hace unos días, unos rústicos carteles de madera invitan a los conductores a desviarse de la DP-5004 hacia El Labirinto de Breoghán, el más grande de España. Este dédalo vegetal de 6.120 metros cuadrados abrió ayer sus puertas y atrajo al pequeño municipio rural de Vilarmaior a familias procedentes de toda Galicia, deseosas de perderse por los pasillos de cipreses que desembocan en una cruz celta.

Algunos consiguieron realizar el recorrido en veinte minutos (los menos). La gran mayoría dedicó el doble de tiempo. Y hubo quienes se lo tomaron con calma, mucha calma: hasta hora y media. Tampoco se trataba de apurar, comentaban risueños a la salida, el objetivo de esta aventura es pasar un buen rato y, de paso, descubrir Vilarmaior, un pequeño pueblo de poco más de mil habitantes que esconde un rico patrimonio cultural y arqueológico, como su espectacular ruta de petroglifos (hasta 134 en una superficie de 2,5 kilómetros cuadrados).

En el lugar de A Armada, donde se ubica este singular laberinto, resonaban desde el mediodía las risas y voces que rompían la habitual tranquilidad de este rincón rural.

-“Eu chamaría ao teléfono”, sugería un niño a punto de tirar la toalla y obligar a sus padres a recurrir al número de emergencias que facilitan a la entrada. No hizo falta, sus angustias de Minotauro se disiparon nada más doblar un recodo y vislumbrar la salida.

Entre los pasillos de cipreses se oía a un padre apremiar a sus hijos a “no hacer trampas” y a una pareja discutir brevemente en una encrucijada sobre la dirección a tomar antes de decantarse por la derecha.

Un niño con su padre, ayer en el laberinto de Vilarmaior.

Si por la mañana había ambiente, por la tarde los coches copaban ya el leirapark y se formaban colas para tomar algo en el chiringuito de la entrada, a una más que apetecible sombra.

El alma mater de este recinto, José Manuel Meitín, delineante y perito agrónomo, se afanaba por atender a los visitantes y las incesantes llamadas del teléfono. A pesar de los nervios del estreno, la sonrisa no se le borraba de la cara a este apasionado de la historia, que diseña ahora una torre, la de Breogán, a la que se ascenderá por una escalera de caracol y que permitirá contemplar el laberinto a vista de pájaro.

José Luis Meitín, día antes de la inauguración, en el Labirinto de Breoghán.

El alcalde de Vilarmaior, Carlos Vázquez, se muestra encantado con una iniciativa “de cero impacto ambiental” que se convertirá en todo un “atractivo” que contribuirá a poner en el mapa a este pueblo, que acogió en el pasado una de las ferias más bulliciosas de la comarca, la de O Tres, y que desde ayer ofrece un motivo más para visitarlo y perderse.

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