Aspace Sada y el premio invertirá en los niños

Recibió 10.000 euros de la Fundación Inocente Inocente para un proyecto que aspira a mejorar las herramientas comunicativas de los jóvenes con parálisis cerebral

Santi, alumno de Aspace Coruña.

Santi, alumno de Aspace Coruña. / La Opinión

Daniel Abelenda Lado

Daniel Abelenda Lado

La Fundación Inocente Inocente premió esta semana al centro Aspace Coruña, de Sada, con 10.000 euros, provenientes de lo recaudado en la gala benéfica del 28 de diciembre. El proyecto Comunicación sin barreras recibirá el importe del galardón para poner en marcha un programa que pretende ayudar a los alumnos con parálisis cerebral.

“Estamos muy contentos de recibir el premio porque va a ayudar a eliminar todas las barreras comunicativas de nuestros alumnos”, celebra Pamela Cundín, logopeda de Aspace Coruña. En el centro recibieron con alegría el aporte económico por las posibilidades que les darán para poder trabajar con los jóvenes. Cuentan en sus instalaciones actualmente con 27 alumnos y tienen programación pensada para edades desde los tres hasta los veintiún años.

“Al elaborar el proyecto pensamos en dar respuesta a todas las necesidades de comunicación que detectábamos en el centro de educación especial”, explica la logopeda. Para ello, pensaron en ofertar un sistema alternativo de educación del lenguaje. Cundín especifica que hay dos tipos de sistemas, “los que se utilizan para sustituir el habla en personas que no la tienen, y las que sí la poseen, pero cuentan con dificultades articulatorias”. Una de las complicaciones más particulares de las personas con parálisis cerebral es la movilidad, y especialmente la de las manos, según apuntan desde Aspace Coruña. Este es otro de los motivos que impulsaron al centro a llevar a cabo el proyecto de Comunicación sin barreras. “No pueden acceder a sistemas de comunicación del mismo modo que personas con otras dificultades, necesitan otros que hay en el mercado que incluyen ratones de cabeza y de mirada”, especifica la logopeda. Además, precisan programas informáticos con apartados que permitan hacer barridos, en lugar de tener que pulsar de forma continua. Junto con el aprendizaje, apuntan a que el uso de estas tecnologías ayudaría a mejorar la autoestima de los alumnos y a “disminuir la ansiedad que les puede suponer el hecho de no poder comunicarse”, indica Cundín. El fin es que se integren en la sociedad y, directamente, que se eliminen barreras comunicativas dentro de la interacción entre ellos y el personal del centro. “A veces ellos utilizan la mirada para comunicarnos algo, pero es muy difícil entender lo que nos quieren decir. Aprendemos por un método de ensayo y error. Un niño levanta el dedo cuando quiere beber agua y después de que lo haga varias veces cuando tiene sed, me doy cuenta de que eses es su mecanismo para expresarlo, pero quizá pasa mucho tiempo”, ejemplifica.

Cada alumno es un mundo y todos requieren de una preparación previa y a medida de las intervenciones. “Tenemos niños en los que ya podemos implementar un sistema alternativo, enseñarles imágenes reales y pictogramas, y que ya pueden empezar a comunicarse. Sin embargo, hay otros que tienen que aprender de cero todo lo relacionado con el lenguaje: la atención, la discriminación auditiva y la visual”, explica Pamela Cundín. El premio valoró la idea del proyecto, que ahora deberá llevarse a la práctica. Empezarán cuando permitan la adquisición del material y la metodología se adaptará a cada niño para que participen en sesiones individualizadas o grupales.

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