Verde y Azul

La mayor caída de emisiones de la historia

El Covid-19 ya ha provocado en todo el planeta una reducción de CO2 sin precedentes. En 2020 las emisiones bajarán un 5,5% respecto a 2019, pero sigue siendo insuficiente para salvar el clima; deberían disminuir un 7,6% anual hasta 2030. 10.000 muertos al año por polución en España

La caída de emisiones de CO2 como consecuencia del corte en seco del transporte (terrestre, aéreo y marítimo), así como de la industria en general, no sólo ha sido visible en China o en las ciudades europeas más afectadas por la pandemia del coronavirus. Es todo el planeta el que está dando un respiro a su maltrecha atmósfera. Un exhaustivo estudio del portal climático Carbon Brief, de Gran Bretaña, ha puesto cifras concretas a escala global. Teniendo en cuenta las emisiones anuales de CO2 de China, Estados Unidos, la Unión Europea, India y el sector petrolero mundial, la caída para el conjunto de 2020 será de 2.000 millones de toneladas. Esto significa, ni más ni menos, la mayor reducción de CO2 lanzada a la atmósfera de todos los tiempos. Es una bajada tan notable que más que duplica la que se registró en el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando el descenso fue de 845 millones de toneladas. Incluso la pasada recesión económica iniciada en 2008 supuso un recorte de sólo 440 millones de toneladas.

Autovía desierta de tráfico, una imagen habitual en España durante el
periodo de confinamiento. | Juan A. Riera

Se trata, por tanto, de una caída que ha superado todos los pronósticos, pues pulveriza todos los récords anteriores sobre unos registros que se remontan al siglo XVIII. Estos 2.000 millones menos representarán, cuando termine el año, un 5,5% menos de emisiones de las que se registraron en 2019.

Esto es posible debido a que no sólo se ha reducido a cuotas testimoniales el tráfico rodado por carretera, sino también el tráfico aéreo. En este sentido, resulta espectacular la animación de Eurocontrol donde se observan los aviones volando durante un día cualquiera sobre Europa antes del coronavirus y después. Y lo mismo sucede con los cruceros turísticos, grandes contaminantes de la atmósfera, y otros buques de gran tonelaje. Las últimas noticias sobre el mercado petrolero en Estados Unidos ayudan a explicar también la situación.

Ahora bien, como advierte Carbon Brief (en el que trabajan destacados especialistas climáticos de todo el mundo), ese 5,5%, a pesar de su espectacularidad, no es suficiente para salvar el clima. Ni mucho menos.

«Ni siquiera así nos acercaríamos a detener el calentamiento global en 1,5 grados. Las emisiones globales deberían caer un 7,6% cada año en esta década, es decir, 2.800 millones de toneladas en 2020, para limitar el calentamiento a menos de 1,5 grados por encima de las temperaturas preindustriales», asegura el estudio, con datos actualizados a 15 de abril.

Es decir, que incluso con la bajada producida por el Covid-19, «se espera que los niveles de carbono atmosférico sigan aumentando nuevamente este año, incluso si los recortes en las emisiones de CO2 son mayores». «El aumento de las concentraciones de CO2 y el consiguiente calentamiento global sólo se estabilizarán una vez que las emisiones anuales lleguen a cero neto», añade.

Este hecho da idea de los ingentes esfuerzos que aún quedan pendientes y del enorme reto que tiene ante sí la Humanidad en materia climática.

La atmósfera necesitará mucho más que las reducciones experimentadas en 2020 para alejar el peligro del calentamiento global. | Nasa

En realidad, si sólo nos conformáramos con un aumento de temperaturas de 2 grados centígrados, en vez de 1,5 (lo que ya representaría problemas planetarios de gran envergadura), así y todo serían necesarios recortes anuales sostenidos de las emisiones globales del 2,7%, según un informe del PNUMA, lo que equivaldría a 1.000 millones de toneladas en 2020.

El propio secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha declarado en una reciente comparecencia: «Aunque el alivio sea momentáneo y no resuelva, de fondo, la actual crisis climática, lo cierto es que el coronavirus está trayendo buenas noticias al medio ambiente». Aunque matizó: «No vamos a combatir el cambio climático con un virus».

Pese a sus miles de muertes anuales en España, la polución es una epidemia silenciosa que pasa inadvertida

Y, efectivamente, los beneficios de esta situación son innegables. La Sociedad Española de Neumología recordó el año pasado en un informe que la polución atmosférica debido sobre todo al transporte por carretera causan en España alrededor de 10.000 muertes prematuras cada año, es decir, una epidemia silenciosa que raramente acapara los grandes titulares de los medios de comunicación, pese a que el total acumulado, año tras año, supone cifras de espanto. El confinamiento y el cese casi total de tráfico, por tanto, pueden haber evitado muchas de esas muertes.

La otra gran beneficiada es la fauna salvaje, algunas de cuyas especies están siendo diezmadas como consecuencia del comercio (a menudo ilegal) de estos animales para consumo humano, sobre todo en los países asiáticos. El tráfico ilegal de fauna silvestre mueve alrededor de 20.000 millones de dólares al año, según datos de Naciones Unidas, y es el cuarto comercio ilegal más grande del mundo, después de la droga, el tráfico de seres humanos y la falsificación. La prohibición temporal del comercio de fauna silvestre que impuso China para combatir el virus supuso un respiro a algunas especies, pues ese país las utiliza tanto para su cocina como para medicina tradicional. El regreso a la captura y venta de esos animales volverá a poner sus poblaciones en peligro. Muchas de las infecciones y enfermedades en humanos provienen, además, de animales salvajes.

El gran reto consistirá, por tanto, en salir totalmente de la pandemia aprovechando las enseñanzas medioambientales que nos ha brindado durante estos meses.

Temor a un ‘Efecto rebrote’ con la reactivación

Los expertos alertan de que una salida brusca de la cuarentena agravará el problema medioambiental

Cada vez más especialistas coinciden en expresar su temor a que los beneficiosos efectos medioambientales que ha tenido el confinamiento puedan quedar neutralizados tan pronto como la industria y el transporte por tierra, mar y aire recuperen por completo la normalidad en el conjunto del planeta. De hecho, ya sucedió algo así tras la crisis financiera iniciada en 2008. Después de ‘ahorrar’ a la atmósfera 440 millones de toneladas de CO2 en un año, se pasó a emitir 1.600 millones de toneladas gracias a los estímulos económicos que ofrecieron los gobiernos para ayudar a las grandes empresas. El fantasma a un ‘efecto rebote’ que dé al traste con el respiro conseguido hasta ahora está en la mente de todos.

Los estímulos económicos tras la crisis de 2008 dieron al traste con la reducción de CO2 que se había logrado
El profesor e investigador de la Universidad Politécnica de Madrid Alberto Sanz Cobeña y la investigadora en Cambio Climático del Stockholm Environment Institute Candela de la Sota han publicado un artículo en The Conversation y National Geographic en el cual vislumbran las amenazas que se ciernen sobre el fin del desconfinamiento: «Si la salida de la cuarentena no es paulatina, escalonada, se producirán picos en el consumo de bienes y servicios. Éstos desencadenarán una emisión masiva de gases de efecto invernadero y compuestos contaminantes en un modelo de producción y consumo basado todavía en el uso de combustibles fósiles. El efecto rebote, tan deseado desde el punto de vista económico, entraña un riesgo medioambiental serio», afirman.

Para ambos, «el repunte de emisiones podría incluso compensar la reducción registrada durante la etapa de confinamiento».

Sin embargo, los dos investigadores admiten que como consecuencia de la pandemia y el consiguiente confinamiento global es posible que «esté naciendo una conciencia de la colectividad y la corresponsabilidad social» que será decisiva para hacer frente a futuras situaciones de alcance planetario.

Todo dependerá, advierte el conjunto de expertos en la materia, de cómo actúen a partir de ahora los gobiernos mundiales y la propia sociedad.

Joan Lluís Ferrer

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