Hay personas con luz. Personas que pasan a nuestro lado sin que reparemos en su presencia y que hacen las cosas bien, porque quieren, no porque tengan que hacerlo. Con su rutina diaria contribuyen a que el día a día de su entorno sea un poco mejor. Sin aspavientos, sin grandes gestos, sus pequeñas acciones mejoran el presente y cuidan del futuro de los demás. Son personas que mejoran el mundo.
Hay personas con luz. Personas que pasan a nuestro lado sin que reparemos en su presencia y que hacen las cosas bien, porque quieren, no porque tengan que hacerlo. Con su rutina diaria contribuyen a que el día a día de su entorno sea un poco mejor. Sin aspavientos, sin grandes gestos, sus pequeñas acciones mejoran el presente y cuidan del futuro de los demás. Son personas que mejoran el mundo.
Echando un vistazo al día a día de Sara, que acaba de independizarse con 28 años, es fácil darse cuenta de que ella, como el 83% de los jóvenes según un informe de INJUVE, tiene una gran preocupación por el cambio climático y apoya las medidas que fomentan el reciclaje.
Sara trabaja con niños pequeños en un colegio público. Hoy toca clase de educación ambiental para aprender hábitos de sostenibilidad y respeto por el planeta. “El cambio empieza por una misma”, les explica a sus atentos alumnos.
Por eso a ella le gusta comprar a granel en la pequeña tienda de barrio que tiene dos calles más abajo. “Prefiero los productos ecológicos y naturales, de temporada”. Sara apuesta por el cambio positivo y disfruta sabiendo que está haciendo las cosas bien. Antes de entrar en casa, le sube la compra a Mº Jesús, la señora mayor que vive enfrente y a la que una fractura de cadena le impide salir a la calle desde hace semanas.
Por las noches, a Sara le gusta chatear con sus amigos y consultar sus redes sociales mientras cena. Confirma su presencia en la concentración del próximo sábado para reivindicar energía asequible, segura y sostenible para todos. “#NoHayPlanB”, tuitea Sara, “solo tenemos un planeta y hay que cuidarlo”.
Su compañera de piso suele quedarse dormida en el sillón, dejando la pequeña lámpara de la mesilla encendida. Sara acostumbra a apagar la luz y, con mucho cuidado, tapar a su compañera con una manta. No quiere que coja frío. Cuando se ha asegurado de que todo está bien en el piso, Sara va a acostarse a su habitación.
A Fina le gusta madrugar para contemplar el amanecer desde su terraza con una taza de café humeante en la mano. Hace ya cuatro años que se jubiló, pero sigue manteniéndose activa.
Cada día, Fina saluda con familiaridad al portero de su edificio y charla animadamente con él. Hoy con más motivo, el hombre está muy preocupado por la salud de su esposa. “La operación saldrá muy bien, está en las mejores manos”, le tranquiliza ella.
Los jueves Fina va a pilates en el centro social del barrio. La profesora, una chiquilla simpática y muy amable, siempre las recibe con una sonrisa en la boca. A Fina le encanta la manera que tiene de dar la clase, sacando lo mejor de cada una de ellas.
Por las tardes, Fina pasea con Helio, un perro simpático y peludo acostumbrado a llamar la atención de todos los viandantes. Con él, Fina lo tiene fácil para relacionarse con la gente y hacer amigos. Fina y Helio recorren el parque de punta a punta y ella nunca olvida cerrar bien el grifo de la fuente pública que suele quedarse abierto. El grifo, ya deteriorado por el tiempo, gotea, y con su pequeño gesto diario Fina evita que se desaproveche agua.
Al caer la noche, Fina riega sus plantas con mimo, les habla y les dice palabras bonitas, así crecen mucho mejor. Acurrucada junto a Helio en el sillón, el sueño acaba cerrándole los ojos.
A Raúl los 45 le están sentando mejor que nunca. Ya no es el chico que batía récords de velocidad cada año, pero hacer running por la urbanización cada mañana le mantiene en forma y le saca de la cabeza sus preocupaciones económicas. Según un estudio de ASUFIN, asociación sin fines de lucro especializada en la protección de los usuarios financieros, la capacidad de ahorro de los españoles descendió un 45% tras la pandemia.
Cada día, Raúl se despide de su mujer embarazada que trabaja desde casa y lleva a su hija pequeña al colegio. El precio de la gasolina no para de subir, por lo que prefieren ir andando hasta la escuela y disfrutar del paseo al sol.
Cada cuatro meses, a Raúl le gusta donar sangre. Un pequeño pinchazo que a él no le supone nada, pero que beneficia a muchos otros. Raúl saca hueco entre horas sin reuniones en la oficina para ir a su centro de salud.
Por las tardes, Raúl aprovecha para pasar tiempo con su mujer y su hija. Necesitan un televisor nuevo y la familia curiosea las ofertas de varias tiendas hasta encontrar el mejor modelo al mejor precio.
Mientras su madre acuesta a la niña, Raúl saca la basura y echa los desechos en los diferentes contenedores. La noche se ha vuelto ventosa y la rama quebrada de un árbol cercano amenaza con aplastar la placa solar de su vecino en la próxima sacudida. Raúl retira la rama antes de tener que lamentar daños. Cuando su vecino se despierte mañana, lo encontrará todo en orden.
Sara, Raúl y Fina iluminan el mundo con sus acciones diarias y ayudan a que este sea un lugar un poco mejor.
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