LA OPINIÓN DE A CORUÑA nació en el año 2000 simultáneamente en versión impresa y digital, y no dudó en incorporar la dirección web a su cabecera desde el primer momento. Es un detalle que resume y simboliza estas dos décadas, seguramente, las de mayor transformación en la forma de ofrecer, acceder y consumir información desde 1440, incluso cuando todavía estamos en sus inicios.

En estos veinte años hemos pasado de fisgonear en quioscos de prensa a quedarnos abducidos con la palma de nuestras manos; de asistir en hora prefijada a los telediarios, a recibir una sesión continua de imágenes enviadas desde todo tipo de dispositivos; de vivir la actualidad con varias horas o días de desfase, a saber qué ocurre en cualquier lugar del planeta en tiempo real; y hemos convertido un acto solitario de acceso a la información, en otro menos silencioso a través de redes y grupos de debate.

Ha sido, claro, un periodo cargado de historia, enmarcado entre dos acontecimientos mayúsculos: de las Torres Gemelas en 2001 a la pandemia de 2020. Hemos vivido guerras, atentados, conflictos, primaveras árabes, terremotos, tsunamis, reivindicaciones ciudadanas, cambio climático y duras crisis financieras. Han sido años claves también para nuestra ciudad y para Galicia, desde la catástrofe del Prestige a la COVID, pasando —cómo no recordarlas— por alegrías como la declaración de la Torre de Hércules, Patrimonio de la Humanidad, o el Centenariazo.

Y al cabo, inopinadamente, hemos aprendido a aprehender la realidad de otro modo. Y hemos descubierto que esta nueva condición en absoluto está reñida con la prensa de calidad, por muchas dudas razonables que surjan ocasionalmente. Más bien al contrario. Si algo ha demostrado el buen periodismo, es que es capaz de integrar la información precisa con una experiencia de usuario única, que le permite tener más herramientas de análisis.

Nadie podía anticipar hace veinte años las circunstancias que nos rodean hoy, por lo que aventurarse a imaginarnos cómo será el mundo cuando LA OPINIÓN cumpla su 40 aniversario penetraría en el territorio de la imprudencia o —quizás mucho peor— de un mal argumento de Black Mirror. Pero sí sabemos que las oportunidades de comunicación que se abren son extraordinariamente atractivas. Hay, desde luego, tres cauces por los que estas oportunidades van a discurrir:

En primer lugar, por el desarrollo de la inteligencia artificial, territorio resbaladizo porque se utiliza tanto para prevenirnos de distopías apocalípticas orwellianas, como para anticipar un mundo feliz de avances científicos sin precedentes. Es en cualquier caso una realidad tecnológica que está ya presente a nuestro alrededor y que evoluciona día a día.

En segundo lugar, por la proximidad. La globalidad en la que nos encontramos tiene su contrapeso en la necesidad de sentir el cordón umbilical de la realidad cercana en la que nos movemos, que es, además, marco de participación pública. Es difícil no pertenecer a una red social o a un grupo de discusión, sea el de amigos, el de la escuela o el de la comunidad de vecinos. Precisamente, esa normalización de la intervención ciudadana a través de redes, si bien a veces de forma ruidosa, demuestra que su peso será cada vez mayor en los debates públicos, área en la que el periodismo, sobre todo el periodismo local, tiene una enorme responsabilidad. El periodismo de proximidad es, en este sentido, el que mejor puede entender y ejercitar una función social.

En tercer lugar, por los compromisos y los valores, muy especialmente por los vinculados con la sostenibilidad y el cambio climático, con la defensa de la diversidad, con la integración, con la innovación y con el crecimiento sostenible, en este caso para nuestra ciudad y nuestra área metropolitana.

Son tres cauces de futuro, pero que, con el mismo sigilo con el que nos han rodeado en las últimas dos décadas, son realidad ya hoy. El presidente de Inditex, Pablo Isla, al referirse al futuro de la compañía, lo define precisamente ya como una realidad “plenamente digital, plenamente integrada y plenamente sostenible”, características que nos dan las claves necesarias para interpretar lo sustantivo de por dónde puede transcurrir ese porvenir: un entorno tecnológicamente avanzado y responsable, con protección máxima de los recursos naturales, y que acerque la realidad —en el caso de Inditex— de la moda lo más posible al cliente, en una interacción y una experiencia de calidad sin precedentes.

Las tiendas de Inditex, por ejemplo, tienen ya hoy un inventario tecnológicamente integrado, fruto de una estrategia que se supo anticipar hace doce años; que incorpora las materias primas más sostenibles; que recicla y promueve la reutilización de los residuos; y que utiliza la tecnología más avanzada para conseguir el máximo ahorro de energía y de calidad medioambiental.

Pero hay que insistir en que es esencial que estos avances estén fundamentados en valores. El propio Isla manifiesta siempre que la prioridad de cualquier empresa deben ser las personas y apunta a los principios que, como compañía, reflejan el espíritu de Amancio Ortega. Valores como la humildad, el esfuerzo, el trabajo en equipo, la creatividad, la innovación, el espíritu emprendedor o la sostenibilidad, que son además pilares del crecimiento de Inditex.

La realidad tecnológicamente avanzada que se vislumbra estaría vacía sin valores. Por eso es tan importante el periodismo de calidad hoy. Tampoco es algo nuevo: esos valores han acompañado siempre cada gran momento de la historia, y el periodismo siempre ha estado presente para custodiarlos. Es nuestra contribución para que, día a día, sigamos haciendo futuro en esta ciudad pujante, abierta y cosmopolita. Y para que dentro de otras dos décadas podamos felicitar a LA OPINIÓN en su 40 aniversario y reflexionar sobre los siguientes 20 años.