El salmón, un pescado cada vez más apreciado por las propiedades cardiosaludables de sus ácidos grasos, va camino de convertirse en el primer animal transgénico que se comercializa. La manipulación genética de este pez arrancó hace 23 años, hasta lograr un ejemplar -conocido como AquaAdvantage Salmon, que desarrolla la empresa norteamericana Aquabounty- y con la hormona del crecimiento de otra especie. Por tanto, la biotecnología logró que el salmón atlántico crezca el doble de rápido. Ahora, EEUU se posiciona y asegura que la manipulación genética no entraña riesgos para su consumo, ni para el medio ambiente. Además, la Agencia de Alimentación Norteamericana (FDA) dice que aunque se escapara algún ejemplar de las piscifactorías, al estar esterilizados -son hembras- y en aguas cálidas, es "extremadamente remoto" que sobrevivieran. Aunque no hay plazos para la aprobación, este era uno de los últimos escollos para el que sería el primer animal creado con ingeniería genética para alimentación.

La prensa especializada y diversos blogs científicos -entre ellos el del profesor de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Vigo, Antonio Figueras- se han hecho eco de la noticia, muy criticada por sectores ecologistas que han bautizado al pez como "frankenfish". La polémica se centra, básicamente, en el posible desequilibrio en caso de fuga de ejemplares (en cautividad, son más voraces que los normales). Desde que varias firmas presentaron permiso para vender salmón transgénico, crece la controversia.

Al salmón de Aquabounty se le han introducido dos modificaciones genéticas. Un gen que regula la producción de la hormona del crecimiento de uno de sus "primos", el salmón gigante (Oncorhynchus tshawytscha), como publicó el diario El País. Además, un "interruptor genético" permite al salmón producir esta hormona todo el año, mientras que el salvaje tiene reprimida la producción en invierno. El resultado, según la empresa que lo produce, es que el salmón tarda 18 meses en alcanzar los 100 gramos -en vez de los 30 meses que tardan los salvajes-.

En el Instituto de Investigaciones Marinas de Vigo utilizan desde hace años el pez cebra como "rata de laboratorio" para ensayar los efectos de los transgénicos sobre los peces. Concretamente, el que fue director del IIM e investigador del CSIC, Antonio Figueras, coordinó el Proyecto Consolider Aquagenomics. En este centro trabajan con especies de rodaballo, dorada y lubina, buscando un mayor crecimiento y herramientas genómicas que mejoren la reproducción y nutrición, así como la respuesta a patologías. Aunque no hicieron peces transgénicos, "no pasaron de estadios larvarios", no se descarta su búsqueda en función de la demanda y de las necesidades de la acuicultura, dice Figueras. El salmón manipulado crece antes, ahorra costes energéticos.

La FDA americana destaca que es necesario incrementar la producción acuícola. La FAO estima que en 2030 debe aumentar en 28,8 millones de toneladas para mantener el consumo actual. "Y no olvidemos que una buena parte de los caladeros están sobreexplotados", recuerda el profesor.