El pasado 23 de enero comenzó la aventura de Ascensión Fernández, la bióloga que decidió embarcar en un buque dirección a alta mar para estudiar la cabida de las mujeres en la flota de gran altura. El arrastrero gallego Pescaberbés Dos, acostumbrado, como sus 28 tripulantes, a enfrentar las dificultades y crudezas del océano en movimiento, ponía rumbo hacia los caladeros del Atlántico Noroccidental (NAFO) en busca de los fletanes negros y rayas que pueblan las frías aguas cercanas a Terranova.

Esta marea, sin embargo, iba a ser diferente a todas las anteriores para el arrastrero de la armadora gallega Gordejuela porque durante dos meses iba a convertirse, gracias a las cámaras, libretas, ojos y oídos de la investigadora andaluza radicada en Galicia en una suerte de experimento o banco de pruebas para evaluar la resistencia del "techo de cristal" que impide, por ahora, que las mujeres puedan ocupar todos y cada uno de los roles de un pesquero y en las condiciones de dureza y aislamiento que impone la pesca de gran altura.

La tripulación del buque, sin excepción, se decía -y lo demostró durante toda la marea- "gustosa de colaborar" en la experiencia y en público mantenía, al igual que la hipótesis científica, que nada impide la incorporación femenina a bordo. Claro que "en broma" alguno decía que la pesca es "cosa de hombres", en referencia a la fortaleza física que requiere, por ejemplo, el trabajo en cubierta largando o recogiendo redes y movilizando piezas y peces de muchos kilos, mientras el mar sube y baja y el peligro del océano es algo "bien real".

Ocho días después de dejar por la popa la costa gallega el Pescaberbés Dos alcanzaba su destino. Era ya 3 de febrero y solo 48 horas más tarde empezaba el duro trabajo de la pesca, que se prolongaría hasta llenar las bodegas con el pescado debidamente procesado, empacado y congelado a bordo.

La relativa tranquilidad de la travesía hasta el caladero permite a los tripulantes algunas horas de descanso que se emplean en la lectura -"contra lo que pudiera pensarse, leen muchísimo, de todo: libros, revistas, periódicos...", destaca Ascensión- en cubrir pasatiempos, en ver películas y, algunos, hasta en hacer pequeñas piezas de artesanía, como "hórreos, casitas de madera, árboles de alambre y otros adornos" elaborados con las "piedras, arena o redes que se llevan de tierra" para poder emplear en algo creativo el ocio a bordo.

Pero cuando empieza la pesca las cosas cambian y el trabajo aumenta. "Es una cadena que tiene que funcionar a la perfección y si uno falla interrumpe la labor del compañero y eso no se lleva bien", reflexiona la investigadora.

Ascensión, cargada con sus bártulos de trabajo -cámaras de vídeo y fotografía, cuadernos y grabadora- observa y registra cada uno de los detalles de la vida y el trabajo en el barco. Y piensa, compara y pregunta a todos, sin excepción, qué pasaría si en alguno de los roles hubiera en ese momento una mujer.

Sube al puente, con el capitán Joaquín Gómez, el costa y el timonel, para documentar y reflexionar sobre su función. Les interroga, analiza sus movimientos, las tensiones que se producen en la búsqueda de la mejor ruta hacia el pescado y la seguridad del barco. "En el puente naturalmente que pueden ir mujeres si están capacitadas y cuentan con la titulación necesaria, ¿por qué no?", razona Ascensión. Y los hombres que la acompañan le dan la razón.

Y del puente a la cubierta, donde la marinería realiza un trabajo al alcance de pocos, "hombres o mujeres", porque se exige una "fortaleza física" y unas condiciones que no todo el mundo tiene. "Los pesos que se manejan son enormes, el aparejo pesa una barbaridad y, luego, al vaciarlo pueden aparecer un bacalao o un fletán enorme, una piedra o incluso un hueso de ballena de muchísimo peso y no todo el mundo puede con él y más en movimiento, entre olas enormes y muchísimo peligro. Yo desde luego, no podría", confiesa Ascensión. En eso coincide con muchos de los tripulantes del Pescaberbés Dos, que encuentran en el trabajo en cubierta, tal vez, el único límite al trabajo de mujeres, aunque también al de muchos hombres.

A continuación viene la experimentación de Ascensión en la planta de procesado y empacado, donde el pescado que ha caído en la red es descabezado, eviscerado, clasificado, fileteado e introducido en cajas para su congelación. "Se requiere fortaleza para trabajar con las bandejas, de más de 25 kilos cada una, y son una detrás de otra, descargar túneles y armarios... pero las mujeres también trabajan en tierra en plantas de transformación e incluso hay funciones que podrían hacer mejor que los hombres, como la preparación del pescado", medita la investigadora.

Entre las sucesivas visitas y "muestreos" en que Ascensión emplea sus días a bordo está la que realiza la zona de máquinas, el corazón mecánico del barco. "Ni yo ni nadie a bordo ve ningún problema en que del trabajo de los engrasadores u oficiales se encarguen mujeres si saben hacer su trabajo y tienen el título y las ganas necesarias para poder cumplirlo adecuadamente", traslada la bióloga, que durante la marea no deja de conversar y "entrevistar" a sus compañeros de faena.

La cocina es otro de sus "laboratorios" y donde, "a priori", la ausencia de mujeres solo se ve frenada por "la tradición". Porque una mujer puede desenvolverse "como un hombre" entre los fogones del barco, preparando las comidas en el tiempo preciso y organizándolo todo para que no falte nada y esté a la hora exigida en las mesas de los oficiales y la marinería, que comen separados.

Tampoco el trabajo del pinche de cocina parece inaccesible para una mujer. Su labor consiste en la limpieza de las zonas comunes, el servicio de las mesas y la lavandería de la ropa de la tripulación. "A mí, por ejemplo, por ser mujer, se me ofrecía que lavara mi propia ropa, como una atención por si me molestaba que la manipulara un hombre, cosa que me da igual", recuerda.

Las andanzas investigadoras de Ascensión por el barco van quedando plasmadas en cientos de pequeños vídeos e imágenes fotográficas de todo lo que ve y escucha. También en muchos papeles en los que cada día anota sus propias reflexiones y las vivencias de la jornada. El mal tiempo, las enormes olas de hasta nueve metros que obligan a permanecer a la capa e impiden pescar, las inevitables tensiones a bordo, las emociones ante una puesta de sol, la "visita" de algún cachalote, la preocupación por el golpe que pudo sufrir un compañero... Las cosas del día a día en una casa/fábrica flotante donde la intimidad no existe, para nadie. Todo es compartido y casi público. Lo bueno y lo malo, para bien y para mal.

En ese resumen personal de sus dos meses a bordo del Pescaberbés Dos tampoco faltarán los días que Ascensión tuvo que permanecer tumbada, sin poder comer ni casi descansar, por un mareo incesante al inicio de la marea, hasta que el cuerpo se habitúa. Lo "normal" en el invierno en el Atlántico Norte. "El mareo nada tiene que ver con mi sexo, porque en las mismas condiciones estuvo el compañero biólogo", recuerda la investigadora, para referirse al acompañante embarcado en el arrastrero como observador de las capturas.

El trabajo "de campo" de Ascensión requería el detalle de todo lo vivido, porque todas sus anotaciones a bordo deben estar bien documentadas para que, ya en tierra, tomen forma de memoria final del proyecto Redmar, impulsado por Fundamar y la flota arrastrera congeladora gallega para estudiar y procurar la inclusión de las mujeres en la pesca. La experiencia a bordo de Ascensión se divulgará entre el propio sector, la sociedad y las administraciones como base de una reflexión que permita acciones de futuro en pos de la igualdad de oportunidades laborales para las mujeres en los caladeros de todo el mundo donde opera la flota española.

El 19 de marzo, tras seis semanas de intensa actividad, el Pescaberbés Dos concluía su campaña de pesca y, con las bodegas en el nivel necesario para iniciar la vuelta a casa, ponía rumbo a Galicia. La investigadora precisa que los ocho días de vuelta son "mucho más animados". "Se acabó el trabajo y solo se espera llegar a casa, percibir lo que corresponde, juntarse con la familia y esperar a la siguiente marea", comenta.

No es previsible que, para entonces, se encuentren ya mujeres compartiendo su puesto de trabajo a bordo. Para eso aún falta "tiempo y medidas que tomar". "Pero estoy segura y deseo que lo veamos pronto porque claro que se puede; es solo cuestión de querer hacerlo tanto por parte de las propias mujeres como de las administraciones y los armadores", declara la bióloga.

El 26 de marzo, Ascensión y sus 28 compañeros volvían a pisar tierra gallega. La primavera había llegado al calendario pero el invierno seguía en todo su esplendor en Galicia. Otra vez, frío y lluvia.

Los pesqueros de altura no están diseñados para tripulaciones mixtas. El peso de la tradición de la pesca como "sector masculinizado" juega un papel fundamental en el freno a la incorporación de mujeres. Y el trabajo de investigación de Ascensión Fernández confirma este planteamiento. A bordo, la investigadora pudo constatar que las condiciones de habitabilidad de los buques están lejos de satisfacer las necesidades de "intimidad" que requiere cualquier persona y aún más de atender las necesidades de una tripulación mixta.

Solo en la parte destinada a los camarotes de los oficiales es posible encontrar habitaciones y baños de uso individual. En cambio, marineros, personal de cocina y máquinas habitan en camarotes compartidos y han de hacer uso y coincidir en un aseo sin separación de duchas, inodoros y lavabos.

Ascensión Fernández entiende que cambiar esta distribución implicaría importantes gastos a los armadores -"la Administración debería ayudar", indica- y puede incluso resultar imposible en los barcos más antiguos. Un futuro de tripulaciones mixtas y de mayor intimidad de los trabajadores, con independencia de su sexo, debería empezar por estos cambios estructurales.

En España, la presencia de mujeres en la pesca de altura y gran altura no pasa del 5% pero ninguna participa en la propia actividad pesquera sino que se enrolan como observadoras científicas. En la UE, más de 100.000 mujeres están empleadas en el sector pesquero, la cuarta parte de la fuerza laboral del sector. El colectivo femenino representa un 4% en captura, un 31% en acuicultura y un 56% en montaje y cosido de redes, venta e industria de transformación.

La presencia laboral de la mujer en el sector pesquero español se sitúa en el 29%, índice que iguala a España con Canadá, Holanda y Dinamarca, pero que está por detrás de Portugal (30%).

Mientras, la presencia femenina en la pesca extractiva en Galicia -excluyendo marisqueo, con un 90% de mujeres- es casi testimonial. De 12.552 profesionales dedicados a esta actividad en la comunidad, 12.034 son hombres (el 96%) y 518 mujeres. La mayor presencia femenina se da en el caladero nacional, con 513 mujeres y 9.468 hombres. Mientras, las marineras en pesquerías comunitarias son solo cinco, frente a 1.244 hombres. Finalmente, los 1.322 gallegos que trabajan en pesqueros en caladeros internacionales, de altura y gran altura, son todos varones.

El sector pesquero, en su faceta extractiva, es uno de los más masculinizados y la presencia de la mujer es casi "inexistente". Así lo refiere un estudio de la Fundación Mujeres, incluido en el proyecto Redmar, una iniciativa de la Fundación para la Pesca y el Marisqueo Fundamar -Cooperativa de Armadores de Vigo, UGT y CCOO y las cofradías de A Coruña y Pontevedra- y los armadores de arrastreros de altura del puerto de Vigo (OPPC-3), con financiación de la Secretaría General de Pesca y la UE. Además, colabora la empresa Ibernexo.

Según el estudio, los factores que "desincentivan" una participación mayor de las mujeres en la pesca son "socioculturales, psicológicos y económicos" y existen también "presiones externas" que frenan el acceso de las mujeres. Desde razones "pragmáticas", como que las mujeres carecen de la fuerza necesaria, carencia de instalaciones específicas a bordo o excesivo peligro, a motivos "sociales", como el "efecto perturbador de las tripulaciones mixtas" o, aunque parezca "increíble", razones de tipo "supersticioso" como que la presencia femenina en el buque trae mala suerte a bordo.

Otro factor que señala el estudio como causante de esta situación es "la actitud de los cónyuges" ante la decisión de las mujeres de participar en la pesca y oponerse a ello. Las mujeres con hijos están "más desanimadas a trabajar en la pesca de altura" ya que la cría de estos supone ciertas limitaciones para incorporarse. La pesca de altura, además, refiere el trabajo, "carece de atractivo como primera opción de empleo para las mujeres" y el sector "ofrece malas perspectivas de carrera a las mujeres", muy conscientes del declive de posibilidades de empleo en la pesca de altura.

Otro de los principales problemas para la inserción laboral de las mujeres en este tipo de pesca es la elevada jornada laboral unida a la convivencia masculina. "Las mujeres con cargas familiares, bien sea el cuidado de descendientes de corta edad, bien sea la atención de personas dependientes, tienen una dificultad añadida", señala el estudio.

Eso es lo que reflejan el pasado y presente. En el futuro "todo puede y debe cambiar". "Yo invito a todas las mujeres a que se formen y lo intenten", señala Ascensión Fernández.