A ver si van a tener razón los armadores y no los defensores a ultranza de la inhabilitación de la pesca de arrastre. A ver si la ONU y la FAO planean para evitar daños mayores a la pesca y a los fondos marinos y la Comisión Europea de doña Maria Damanaki aprovecha la ocasión para sentar cátedra y, amparándose en lo innecesario del arrastre en zonas de corales y esponjas, procede al cierre de áreas ya castigadas por la pesca industrial para acallar voces que delatan y reclaman y que no siempre corresponden a científicos que plantean la gestión de la pesca basada en el Rendimiento Máximo Sostenible.

De ser así, alguien tendrá que aclarar si lo verdaderamente importante es el posible mal uso del arrastre o la preservación de especies muy concretas por las que se preocupan las organizaciones ecologistas y a las que Bruselas tiene más en cuenta que al sector pesquero y a los propios científicos.

Es la fuerza de la política, mejor o peor empleada, la que establece el camino a seguir y se convierten, aquellos que la practican, en sordos, ciegos y poco veraces en detrimento de quienes pescan desde hace siglos y habitan áreas muy concretas que se resienten económica y socialmente de manera más que evidente.

Si tenemos pesca y no se captura, preguntaba hace dos días un pescador de Ribeira, ¿para qué la queremos si no es para exhibirla en un acuario?