Aquí no hay vuelta de hoja: el sector cerquero gallego es para la economía de esta comunidad autónoma como el IRPF que casi todos los ciudadanos españoles abonamos para la Administración central y, de paso, a la autonómica por la participación que esta tiene en la estatal.

La cotización de los barcos de cerco del caladero nacional Cantábrico Noroeste, en calidad de contribución al sostenimiento del propio caladero y de los mercados (local, territorial y nacional) no es otra cosa que la conciencia aplicada a la realidad de los topes diarios de captura, contabilizados estos de forma semanal, mensual en el día a día. Tal concepto, ahora ya tangible, se va introduciendo más fácilmente de lo que cabía esperar y por el que algunos han luchado, y aún luchan, en una Galicia demasiado habituada a pescar hasta "encher a lancha" -porque hubo un tiempo en el que los barcos, que llevaban la gamela a bordo, lanzaban esta a la mar y la remolcaban cuando las redes se descargaban de su contenido en el parque de pesca o la mismísima cubierta y, antes de devolver al mar las capturas, trasladaban estas a la lancha-. "Ata os topes", se decía. Y ahora sobran espacios en los barcos para distribuir una pesca cada día más controlada dado ese horizonte de, por ejemplo, las 5.400 toneladas de sardina que las comunidades del Cantábrico Noroeste necesariamente han de repartirse este año.

Lo topes de captura deben ser la puerta abierta a la sostenibilidad de los distintos stocks -incluidos los de jurel y caballa-, pero también a la economía de las familias que viven de la pesca de bajura. Y hay que ir haciéndose a la idea, porque el futuro -el presente, ya mismo- no va a permitir pescar hasta "encher a lancha".

No se trata de una exigencia -que lo es, también- sino del convencimiento cada vez más extendido entre nuestros pescadores de que se puede vivir mejor pescando menos, algo que, a la vez, redunda en un menor consumo de combustible y materiales y una vida más adecuada para los tripulantes y los propios patrones-armadores de esos buques ahora llamados a gestionar su propia actividad.

De este modo, lo que queda meridianamente claro es que el cerco pone cerco a su futuro.