Una enmienda de la eurodiputada nacionalista gallega Lidia Senra apunta directamente al sistema de acciones a llevar a cabo para hacer aún más viable la pesca artesanal.

Lidia Senra, que pasó de defender los derechos y obligaciones de los agricultores y ganaderos gallegos tanto en las instituciones de la comunidad autónoma de Galicia, a hacer lo mismo en las de la UE con los pescadores gallegos, pidió a la Comisión Europea el apoyo para la introducción de productos frescos procedentes de la pesca artesanal, el marisqueo y la acuicultura extensiva sostenible a pequeña escala en los comedores públicos (centros de enseñanza, hospitales, restaurantes, etc.).

La decisión al respecto no corresponde, obviamente, a la Comisión Europea, porque lo que haga el estado miembro con su flota pesquera es asunto de su propia gestión con las cuotas que se otorgan anualmente por las instancias comunitarias. Pero sí es una vía, la propuesta, que alegraría a armadores y tripulantes si estos dispusieran de la cuota necesaria para atender esa demanda que, de paso, alejaría de una vez para siempre el fantasma del panga procedente del río Mekong que se consume en dosis masivas en los citados comedores públicos y sin tener en cuenta las medidas sanitarias exigidas por la UE a los productos de la pesca y el marisqueo nacionales que, antes de consumo, han debido pasar exhaustivos controles que no son de aplicación, uno no sabe por qué, a ese pez de agua dulce y sucia que procede de Asia, llega congelado a la Península Ibérica y en esta se vende como fresco incluso en grandes superficies comerciales.

Como se puede comprobar, la pesca artesanal tendría futuro si no fuese por los recortes y los injustos repartos que se aplican en la distribución de las cuotas de pesquerías como la de la xarda, la sardina, el jurel o la anchoa, especies todas ellas que pueden formar parte de la dieta a aplicar en los comedores de hospitales, colegios y restaurantes de todo tipo. Pero las propuestas como, en este caso la de Lidia Senra, están llamadas al silencio más profundo porque los barcos artesanales no tienen más futuro que el amarre, inicialmente, y su desguace posterior.

Pero sí hay salidas productivas. Vaya si las hay. Todo depende de lo que se quiera hacer y que no pasa, evidentemente, por repetir experiencias como las que se quieren imponer nuevamente en 2016 "oído el sector".

¿Qué sector...?

El Plan de Gestión para 2016 del caladero nacional Cantábrico Noroeste mantiene el mismo reparto en vigor, basándose en la aplicación de criterios históricos y sin tener en cuenta para nada la propuesta de ese sector que no se ha "escuchado" y que reclama que las cuotas se distribuyan teniendo en cuenta a los tripulantes de cada pesquero.

De esa manera, en los hospitales y colegios públicos gallegos el panga seguirá siendo el rey de las cenas y los humildes jureles, caballas y sardinas -menos humilde es la anchoa, por su cotización- seguirán vendiéndose a precios de saldo para dar movilidad a los molinos que los convierten en harina de pescado con la que alimentar a la industria de la piscicultura.

Este es el mejor camino para hacer desaparecer una forma de vivir en Galicia que parece no interesar a nadie más allá de la proa y la popa de los barcos gallegos.