Recuerdo los primeros escarceos para lograr ese más que necesario -no digo ya más que merecido- reconocimiento de la tarea femenina en el mundo del trabajo. Y, tras mucho pelear por lograr la equiparación con sus compañeros de trabajo, algunas poblaciones gallegas -entre estas A Coruña- hacen suya esa victoria y declaran fiesta mayor el 8 de marzo, Día da Muller Traballadora, cuando no es la fiesta lo que se persigue sino la igualdad, el ser iguales dentro de la diversidad.

La mar sería, indudablemente, otra de no ser por la mujer, por las mujeres. Estas van logrando, poco a poco, paso a paso, cuotas de responsabilidad a bordo de los diversos buques, sean estos de pesca o marina mercante; pero su presencia es tan escasa en la pesca que ni siquiera los barcos se preparan para contar a bordo con tripulaciones mixtas.

No deja de ser curioso que esto ocurra en la mar, cuando en tierra y en trabajos vinculados a la pesca o el marisqueo, es la mujer la que lleva la voz cantante. Del mismo modo que la lleva en el sector conservero, donde la presencia masculina es tan escasa como la femenina en los pesqueros. Y no será porque la mujer rehuse tal trabajo. Pero no resulta fácil, todavía hoy, compartir tareas en la cubierta o en la máquina, no digamos ya en el puente del buque. Son más habituales -y no por ello abundantes- los trabajos en la dirección de las sociedades pesqueras. Incluso en tareas de política pesquera, donde sobresale Galicia con mayoría de mujeres al frente del estamento pesquero del Gobierno autonómico.

Un 8 de marzo para levantar la voz y el puño. También para decir, sin acritud ni aspavientos, que la mujer existe y que merece el reconocimiento, como mínimo, que reclama.

He tenido la suerte de trabajar durante toda mi vida profesional al lado de grandes periodistas y compañeras que, sin serlo, aportaban todo lo necesario para que la tarea del que escribe o locuta pudiese llegar a la audiencia: especialistas de sonido (si hablamos de radio), reporteras gráficas (si hablamos de prensa escrita o televisión), administrativas, secretarias... Sin todas y cada una de ellas no sería posible la comunicación, como en el ámbito de la pesca y el marisqueo tampoco se podría hablar de avance de no ser por el papel no siempre reconocido de la mujer.

Ojalá se pueda lograr que, para ellas, para todos, cada día del año sea un 8 de marzo sin proteccionismos, sin concesiones a la galería y con la igualdad necesaria para un convivencia eficaz y fructífera, sin distinciones impuestas y con el reconocimiento cabal de la igualdad, Incluso, cómo no, a efectos salariales.