Pescar ya no es un oficio, es un negocio. Si los problemas de la pesca fueran la escasez de materia prima y recuperar la pesquerías, los pescadores somos los primeros interesados en llevar a la práctica las medidas necesarias para darles una solución". Es el razonamiento de un marinero gallego, de A Coruña. Para él, lo esencial es "ponernos las pilas, luchar y defender lo que es nuestro: los derechos pesqueros. Que no nos cuelen TAC ni cuotas, y menos a nosotros".

Carlos Suárez lleva años tratando de enderezar el rumbo del barco que debe hallar la salida a los muchos males que afectan, en el Cantábrico Noroeste, a la pesca gallega. Tantos años, que nadie recuerda ya que el mar gallego estaba "poblado" por barcos dedicados a todo tipo de artes, y todos pescando.

¿Hemos agotado nuestros recursos o hemos relegado a un segundo o tercer plano las posibilidades reales de salir de este atolladero en el que nos hemos y nos han metido desde que en 1986 España entró en la UE.

Se nos dijo que era el único medio para pescar en aguas comunitarias. Treinta y un años después, aquel ingreso significó reducción drástica de flota en esas aguas y la desaparición de la mayor parte de los barcos que integraban las flotas de bajura o artesanal que proporcionaban pesca fresca (del día) y puestos de trabajo (constantes) para una población a la que, como a la actual, no le quedaba otro remedio que emigrar para vivir. La otra alternativa era dejar la mar y enrolarse en empresas de la construcción o la hostelería, algo que hicieron nuestros marineros hasta el punto de que los puestos de trabajo vacantes fueron ocupados extranjeros.

Tiene razón Carlos Suárez: pescar ya no es un oficio, es un negocio... para el que puede pescar, para el que tiene un barco con derechos de pesca porque, como el propio Carlos apunta, "el pescado es un negocio rentable, mientras que los marineros somos actores secundarios".

Tal cual.

Pero es a la acuicultura a la que, quienes manejan el cotarro de la pesca, dirigen sus ojos. Aunque saben que la acuicultura nunca podrá sustituir a la pesca y que los puestos de trabajo que la acuicultura intensiva -a excepción del mejillón y el marisqueo- pueda ofrecer, jamás podrán absorber a los que la pesca deje en el camino.

¿Qué tal si nos fijamos más en la profesión de pescar y menos en el negocio de la pesca?