El arriba firmante no sabe a ciencia cierta si la Xunta, en su caso la Consellería do Mar, tiene garantizada la prestación de servicios de auxilio en la mar que, desde hace ya 13 años, de modo oficial aprobó la Cámara gallega, si bien la inspección pesquera y marisquera en aguas interiores y el rescate y salvamento en la mar vienen funcionando ininterrumpidamente desde mucho antes.

Ahora el rescate en la mar, encomendado por el Gobierno de Galicia al Servizo de Gardacostas, parece hallarse en una especie de limbo ¿legal? tras haber finalizado el concurso para un nuevo contrato desierto, según los socialistas gallegos, por "falta de previsión e irresponsabilidad" de la Xunta.

El caso es, lector, que los dos helicópteros de que el citado servicio dispone (desconozco si se puede usar este verbo en el tiempo utilizado, porque también podría valer el que "disponía") parece que no tienen garantizada su continuidad a partir de octubre.

Seguro estoy de que el exconselleiro de Pesca, Enrique López Veiga, verdadero alma máter de la creación del primer servicio en España dedicado al salvamento marítimo y responsabilidad de la Xunta no estará satisfecho de cómo se están gestionando los tiempos para garantizar esa deseada continuidad de un sistema imprescindible para dar resguardo a los marineros de esta comunidad y la de aquellos otros cuyos barcos surquen sus aguas.

Son innumerables los servicios prestados y las vidas que se han salvado gracias a las intervenciones de los helicópteros del Servizo de Gardacostas. Tan solo por mencionar lo acontecido en el siglo XXI, Galicia ha registrado un centenar de siniestros marítimos y si no se han perdido vidas humanas en todos ellos ha sido en gran medida gracias a la actuación eficaz de un servicio cuya validez incuestionable ha sido reconocida internacionalmente hace escasas semanas. Puede que, como se ha dicho recientemente en el Parlamento gallego, se esté jugando con la seguridad de las personas que trabajan en la mar. De ser así, no quiero pensar en lo que podría ocurrir si, por falta de un interés real en la pervivencia de los helicópteros en el seno del Servizo de Gardacostas se produjese una muerte.

No creo que exista esa falta de interés -que sería una irresponsabilidad tremenda- pero la verdad es que los pasos que se están dando obligan a pensar que los 27 millones de euros invertidos en la adquisición de las dos aeronaves todavía en funcionamiento -vendidas en 2012 por tan solo 13 millones- no han servido sino para jugar al veo-veo: no vale un cambio de cromos y que estos sean de segunda mano.