No es que le disgusten, es que quiere que los descartes de la pesca se eviten progresivamente y sobre la base de estudios rigurosos propuestos en la evaluación de cada especie y de cada caladero. Es decir, la conselleira do Mar, Rosa Quintana, no está en contra de esa supresión, sino que quiere que ésta se aplique gradualmente porque la obligación de implementar tal norma no es factible a corto y a medio plazo por cuanto, ha dicho en Vigo la máxima responsable del departamento de Pesca de la Xunta, "choca frontalmente con el criterio de reparto de cuotas de pesca de la UE, el mal llamado principio de estabilidad relativa establecido hace 30 años en un momento en el que no existía la obligación del desembarque de capturas".

Que no ha dicho no, vamos, sino que la indicada supresión sea como el aceite de hígado de bacalao: aún sabiendo a rayos, había que tragarlo en pequeñas dosis. Y a la trágala le viene a Galicia una medida para la que el Gobierno de esta comunidad autónoma pide flexibilización. Lo mismo que nuestras madres nos hacían cuando distribuían la cuota de aceite de hígado de bacalao entre la chiquillería familiar.

Galicia tiene argumentos, le ha explicado la conselleira a los representantes del Arco Atlántico reunidos en la Ciudad Olívica -¡que tiempos aquellos en los que Vigo era la tal ciudad, Santiago era la Ciudad del Apóstol o A Coruña era Marineda o la Ciudad de Cristal, como Lugo era la Ciudad del Sacramento y Ourense la Ciudad de las Burgas- para aplicar esa obligación del desembarque de las capturas con mayor flexibilidad y no con la contumaz urgencia que predica la UE: el alquiler o la compra de cuota o el incremento de cuotas para aproximarse a la composición de las capturas (vamos coincidiendo en algo, conselleira). Incluso la creación de una reserva comunitaria de capturas accidentales de cuotas de pesca o el uso de artes selectivas (caliente, caliente).

¿Sabe dónde está el problema, conselleira Quintana? En que de aplicarse lo que usted propone (alquiler o compra de cuota) serán los pudientes los que adquieran derechos para poder, ellos sí, seguir haciendo lo que les sale de la billetera. Ya ve usted lo que está pasando con los derechos de contaminación: los países pobres -que casi no contaminan- venden esos derechos suyos para contaminar a quienes los pueden pagar y que son, habitualmente, los que contaminan más el planeta Tierra.

¿Cuánto cuesta la obligación de desembarque de capturas? ¿Qué interés hay en saberlo si no es con el objetivo de conocer si se puede pagar?

Ya que no se puede renunciar, apoye usted la flexibilidad.