Hace 70 años la mujer cuyo trabajo la vinculaba al mar en Galicia era redera (atadora), operaria fija-discontinua en las fábricas de salazón y conserva, temporera en los secaderos de bacalao y poco más. Si acaso colaboraba en las tareas administrativas de su padre o esposo armador y, sobre todo, era la vendedora en los mercados municipales de las capturas que realizaban en la mar sus también esposos, hijos o padres y en muchos casos, la "porteadora" de pulpo y congrio desde el muelle en el que se descargaba hacia los secaderos en los que se oreaban o "secaban" o a los mismos mercados. Las mujeres eran también a tiempo parcial ayudantes en la limpieza de pequeñas embarcaciones -gamelas y dornas, especialmente- y colaboraban en la varada de esas mismas embarcaciones en las playas más próximas al domicilio.

Con la excepción de las tareas propias de las fábricas de conserva y el mantenimiento de determinado tipo de redes, el trabajo de la mujer en la mar se reducía, en la práctica, a tareas en absoluto profesionales.

Hoy en día, más de 650 rederas y cerca de 4.000 mariscadoras enmarcan la tarea que desarrollan algo más de un millar de mujeres que realizan pesca extractiva y la acuicultura, incluida en esta la miticultura. Todo ello en un sector, el pesquero, que produce anualmente más de 2.000 millones de euros, según los últimos datos facilitados por los organismos competentes.

En esos 70 años transcurridos, muchos y evidentes han sido los cambios producidos. Y la mayor parte de estos están relacionados con el marisqueo a pie, hoy considerado a todos los efectos como propio de profesionales.

Las plazas que ahora ocupan las mujeres, al igual que las concedidas a los hombres, son convocadas oficialmente por la Consellería do Mar, y quienes desempeñan esa tarea cotizan a la Seguridad Social y pagan los permisos de explotación ( permex) establecidos en tiempos de Enrique López Veiga como conselleiro de Pesca de la Xunta. Este político fue quien profesionalizó esta actividad y a punto estuvo de conseguir el acceso de la mujer a los barcos de pesca en igualdad de condiciones con el hombre, un hecho que rompía los esquemas de incluso algunas cofradías de pescadores en las que las mujeres estaban prácticamente proscritas y que, en la actualidad, llegan a ser igualitarias e incluso mayoritarias en el número de socios de esas entidades de derecho público, muchas de ellas regidas por juntas directivas en las que las mujeres son mayoría.

Los marineros de altura procedentes de Galicia, e incluso nuestros marinos mercantes, se asombraban allá por los años 60 del siglo pasado al constatar que a bordo de buques de pesca y buques de carga el número de mujeres enroladas era, además de importante, llamativo. Acontecía, de modo especial, en los navíos con pabellón de la antigua Unión Soviética.

El peso específico de la mujer en el sector de la pesca extractiva de Galicia no es, oficialmente, muy importante a pesar de que tiene un ascenso constante. Pero sí se evidencia un mayor interés de las mujeres jóvenes por ocupar puestos de trabajo en puente y máquinas de la Marina Mercante, probablemente por las muchas posibilidades de empleo en tierra que las titulaciones de esta carrera les depara.