No seré yo quien diga ni insinúe que los biólogos marinos realizan evaluaciones al tuntún. Pero sí puedo asegurar que he visto cómo secretarios de hermandades de labradores -cuando existían- evaluaban la cabaña ganadera y avícola de sus zonas respectivas en función de sus apreciaciones personales respecto del poder aparente del labrador censado.

Lo digo porque, de no capturar más allá de una o dos cigalas en el caladero nacional Cantábrico Noroeste en los distintos lances efectuados por barcos en los que los biólogos pretendían establecer las posibilidades de esa pesquería, se ha pasado recientemente -entre el 11 de agosto y el 7 de septiembre- a capturar 1.600 kilos de cigalas.

Por la información facilitada, entre uno y otro muestreo no ha transcurrido tanto tiempo como para pensar en una regeneración espontánea de una pesquería que fue cerrada ante lo que parecía ser una evidencia formal del agotamiento de la misma. Esto condujo a armadores y tripulantes a proclamar su desconfianza, porque ellos sí detectaban que el caladero no estaba tan mal como para proceder a un cierre precipitado y sin justificación real de su verdadera condición.

En 27 días, dos barcos de arrastre especialmente controlados por los responsables de Pesca extrajeron del mar algo más de una tonelada y media de cigala que, seguro estoy, no se ocultaron antes de las redes de otros buques que llevaban la misma intención de constatar la verdadera situación de una pesquería que ofrece muchas posibilidades económicas a quienes la tienen como objetivo. En la Secretaría General de Pesca se fían bastante más de las apreciaciones de los biólogos que de las estimaciones de los profesionales de la pesca.

Y así les va.

Reconozco la ingente tarea de los biólogos, pero también la experiencia de los pescadores. De aquí que tantas veces haya demandado la colaboración entre unos y otros para concluir qué debe hacerse con tal o cual pesquería. Porque estoy convencido de que dos ojos ven más que uno y que la experiencia de los pescadores va muy bien a la sapiencia de los prospectores de los fondos marinos. Cuando estos dos segmentos de la investigación -pescar también implica investigar- se unen, den por seguro que la decisión que se adopte sobre el cierre o no de una pesquería estará perfectamente informada.

¿Servirá ahora para que la función de unos y otros conduzca a sumar y no a dividir?

Ocurrió hace años con la merluza y otras especies. Se repite el "hallazgo" ahora con la cigala. ¿A quién hay que pedir que se aúnen esfuerzos y que estos redunden en beneficio del estado de las distintas poblaciones de los mares y las economías de unos profesionales que tuercen la cara cuando se les habla de decisiones tomadas en función de los informes biológicos?

Pasar de capturar una o dos piezas de cigala a los 1.600 kilos en un periodo de tiempo similar es algo más que una simple causalidad.

Y lo saben.

Ahora, tomen medidas y trabajen en favor de la unión de la experiencia y el conocimiento científico.

Please.