Las miles de hectáreas de monte quemado en Galicia, además de significar un daño irreversible para la naturaleza y el patrimonio de los propietarios de esos montes es, potencialmente, la ruina para los parques de cultivo de almeja, berberecho y cualquier marisco de concha de nuestras rías al tiempo que lo será para los que viven de la extracción de ese marisco. De rebote, también para el sector hostelero que, probablemente, no podrá satisfacer con producto gallego de concha a los comensales que acudan a sus establecimientos.

El fuego redujo a cenizas miles de hectáreas de monte. Esas cenizas se convertirán en un manto negro que asfixiará los sistemas de depuración de los bivalvos hasta que mueran y no sean útiles para nadie.

Las rías conocen sobradamente los efectos de los aguaceros tras los incendios forestales. Y a pesar de que se han usado mil y un recursos para retener en los montes las tierras de las escorrentías, estas se producen con más o menos fuerza arrastrando las cenizas a los ríos y con estos expandirlas en las aguas más o menos remansadas de las rías. Cuando no lo hacen directamente en las playas, meras receptoras de mensajes de muerte para todo cuanto ser vivo hay en los bancos marisqueros.

Son ya varios los municipios gallegos que reclaman la declaración de zona catastrófica. La Xunta ayudará a los propietarios de fincas, montes y viviendas afectados por esa inmensidad de fuego que se abatió sobre el territorio gallego. Pero hay otros muchos afectados, que son los mariscadores y que deberían ser también posibles receptores de ayudas con las que combatir los daños que se esperan en los bancos de marisco.

Los afectados pueden ser muchos. Y la proximidad de las fiestas navideñas -cuando la rentabilidad del marisco es mayor- hace pensar que pueden ser unas navidades como de luto para más de seis mil mariscadores que en Galicia dependen en gran medida de lo que la Navidad les puede deparar.

La declaración de zona catastrófica debiera contar muy mucho con el daño colateral del fuego para el marisqueo. Son muchos los miles de hectáreas de monte que pueden verter sus cenizas en el mar, con lo que el panorama triste y duro de los montes se vería incrementado con las muertes de otros muchos miles de seres vivos que ahora mismo viven en sus respectivas conchas.