Puede que no sea muy correcta la frase en el idioma de Shakespeare. Puede. Pero es lo que este cronista podría decirle a un ciudadano de London para explicarle que lo acontecido con la coña mañanera del laboratorio de referencia de investigación de contaminantes virales y bacteriológicos de los bivalvos para toda la UE no es culpa de los independentistas gallegos (que los hay). El silencio ostentoso del Gobierno desde el pasado 17 de mayo (para más INRI, Día das Letras Galegas) a este respecto, corresponde a lo más granado del politiqueo incomprensible puesto en franquicia por los que solo ven bueno lo que pueden manejar.

Verbigracia: el Gobierno de don Mariano Rajoy, gallego hasta las cachas aunque no se le note, conocía desde ese 17 de mayo la decisión de no traer a Galicia ese laboratorio que Londres ponía a disposición de la UE por el tan cacareado Brexit. Y se lo han callado hasta hace unos días. Por el Brexit y, probablemente, el Catalexit. Mudos durante siete meses y sin una garganta profunda que trasladase a un medio de comunicación (cualquiera, oiga) que la UE no se iba a gastar un céntimo en crear en Galicia el tal laboratorio de referencia de bivalvos, con lo que los pajaritos preñados de la Xunta se han ido al cielo a chiflarle al sol que más calienta y con puro acento pangalaico el "triste de mí" sanferminero y olé.

Que el Gobierno de M. Rajoy callase lo que ya ruaba por los pasillos de la cosa comunitaria no exime a la Xunta de Alberto Núñez Feijóo y Rosa Quintana de su responsabilidad en los silencios de palacio. Porque debo imaginar que ambos se habrán interesado ante el Gobierno amigo de Madrid por cómo estaba "lo" del laboratorio para Galicia ya que aquí manda el PP, igual que en Madrid.

Dígame usted: ¿qué se ha ganado con estos meses de oneroso silencio? ¿No enturbiar un panorama nacional de por sí turbio? ¿No colisionar con aquellos que creen que Galicia ya tiene suficiente con la Agencia Europea de Control de la Pesca? Pues, señores: con más motivo. Se han lucido, ciertamente.

Por silenciar los hechos se van a llevar la chochona de la feria de la alpargata. Y Galicia les condecorará con la insignia de dunita al silencio más absurdo y retrechero, que bien merecido lo tienen, a la espera de las próximas elecciones en el rincón noroeste de Iberia.