No puedo afirmarlo categóricamente, pero el té no debe sentarle muy bien a un tan firme valedor del Brexit como es Michael Gove, responsable de pesca del Gobierno británico quien, al parecer, está dispuesto a fletar una flotilla de la Armada que controlará las 200 millas de la Zona Económica Exclusiva de Reino Unido a partir del mes de marzo de 2019. La construcción de los barcos, según la información publicada por este diario, costará 400 millones de euros. Los patrulleros -de 90 metros de eslora y dotados de cañones automáticos de 30 milímetros, helicópteros y drones- se encargarán no tanto de gestionar la protección pesquera, que también, como de asustar (al igual que lo hicieron sus parientes los irlandeses) a los casi un centenar y medio de pesqueros gallegos que faenan en las áreas de Gran Sol y Malvinas, donde generan unos 289 millones de euros procedentes de la primera venta de sus capturas.

El planteamiento inicial del responsable de Pesca británico es negociar país a país las condiciones de pesca en sus teóricamente ricas aguas anualmente. Un mal negocio para esos 140 barcos de capital gallego porque estarán sujetos a las veleidades británicas y no podrán programar su actividad a medio o largo plazo de tiempo. Salvo que la Unión Europea, claro, opte por enseñar los dientes a aquellos que volverán a considerarse los reyes del mambo pesquero. Dientes que, siguiendo la trayectoria pesquera comunitaria, nunca, nunca, favorecerán los intereses de la flota española, mayoritariamente gallega, en las citadas aguas.

Es, indudablemente, otro palo en las hélices de unos barcos -los gallegos- carentes de plataforma propia en la que pescar y que estarán, cada vez más, al albur de los humores de unos señores y señoras que añoran pasadas glorias y que serán capaces de resucitar al mismísimo Francis Drake con tal de evitar que la "Armada" española siga capturando peces.

No sabe este cronista hasta dónde pueden llegar todavía las negociaciones del divorcio de la Gran Bretaña y la Unión Europea; pero me temo muy mucho que nuestra flota de altura y gran altura va a pagar muy cara esa ruptura. Una ruptura que, por otra parte, tampoco le va a salir barata a Reino Unido.