Allá por los lejanos años 50-60 del siglo pasado, Ribeira -todo un referente pesquero en el ámbito nacional y europeo- poseía un taller dedicado a la fabricación de motores para barcos de pesca. Talleres HMR era el nombre de aquel emporio que daba trabajo a un buen número de jóvenes (y menos jóvenes ribeirenses) que se formaban en las distintas plantas de trabajo.

Allí conocí a un muy buen tornero al que la dirección de HMR encargaba la formación de los novatos, a los que sometía, de inicio, a distintas bromas como era el enviarlos a otra planta para que pidieran al encargado de ésta la piedra de afilar agujas.

La broma se expandió y toda Ribeira hacía suyo el encargo de afilar agujas con una piedra. Y esto es lo que, al parecer, quiere efectuar la Comisión de Pesca del Parlamento de Europa en las regiones ultraperiféricas de la Unión Europea a partir de los contactos iniciados en octubre en el archipiélago francés de Guadalupe por una delegación de la citada comisión encabezada por el europarlamentario del PP Gabriel Mato y políticos, pescadores y operadores del sector.

En lugar de agujas para afilar, los comisionados trataron de hallar la aguja de marear puesto que el principal objetivo del encuentro guadalupeño no fue otro que las actividades relacionadas con la economía azul, especialmente la acuicultura, las energías renovables marinas y la biotecnología azul. Como se puede comprobar, la auténtica piedra de afilar agujas que los novatos de los talleres HMR de Ribeira tenían que localizar en las amplias naves de aquella fábrica de motores marinos ideados por los hermanos Martínez Rodríguez.

Para hablar de acuicultura, renovables marinos y biotecnología azul se fueron a Guadalupe cuando lo que ahora mismo interesa a los países costeros de la Unión Europea no es otra cosa que cuotas de pesca, pelear la idea de los descartes cero y lograr que los arrastreros pelágicos de Francia e Irlanda, entre otros países miembros de la UE, abandonen las aguas del caladero Cantábrico Noroeste.

Pero no, para estas cuestiones no hay prisas. Es mejor dejar que pase el tiempo y que el problema se pudra hasta que los barcos y sus tripulantes se vayan al carajo, que debe ser un lugar estupendo porque todo el mundo manda al otro todo el mundo a ese punto del planeta en el que abunda la acuicultura pintada de azul.

Al fondo, una propuesta ecologista: si se logra erradicar la sobrepesca es fácil que la UE facture cinco mil millones de euros más al año y, en un decenio de años, se podrían crear más de 90.000 empleos si las poblaciones de peces se recuperan (tal y como plantea una organización medioambientalista). Así caemos en la cuenta de que también aquí lo importante es la piedra de afilar agujas.

¿Por qué tanto subterfugio, tanto disimulo si, a la vista está, lo que pretende la UE -y España en mayor medida- no es otra cosa que potenciar la acuicultura, las energías renovables marinas y la biotecnología azul?

Cabe suponer que los puestos de trabajo que se pierdan en la pesca serán concedidos a los afectados en la acuicultura, las renovables y la biotecnología gracias a cursillos rápidos de formación en los que nuestros marineros demostrarán, una vez más, su capacidad de adaptación.

Menos coñas marineras, señores eurodiputados.