Desconozco si existe o no algún estudio que refleje la situación actual de las pesquerías del África Occidental. Pero me temo que la acción predadora de los buques de pabellón extranjero en Marruecos, Namibia, Guinea Ecuatorial, Costa de Marfil, Gambia, Ghana, Nigeria o Senegal no difiere de lo acontecido en los últimos 60 años en aguas de cuatro países del sureste asiático (Camboya, Malasia, Tailandia y Vietnam), donde buques de todo tipo capturaron 40 millones de toneladas de peces que transformaron en harina de pescado cuando ni siquiera las necesidades alimentarias de sus poblaciones están debidamente cubiertas.

Lo destaca un nuevo estudio de la University of British Columbia. Esa harina de pescado ha sido destinada íntegramente a la acuicultura, sector al que también habría ido a parar buena parte de lo esquilmado en los caladeros africanos del oeste de este continente.

Estos datos me obligan a pensar en la acuicultura como un relevo natural a la denominada pesca salvaje no como consecuencia exclusiva del consumo humano que demanda más y más pescado, sino por la necesidad que hay de atender lo que la acuicultura precisa. Es decir: se está obligando a pescar más y más en el Tercer Mundo para que la acuicultura dé sus frutos en el Primer Mundo.

Otro dato escalofriante: el Gobierno noruego autorizó para este año la captura de 1.278 ballenas, un 28% más que en 2017, y da muestras de lo que significa para Noruega la Comisión Ballenera Internacional (CBI).

Es de imaginar que Japón no se quedará atrás y que algún otro país se sumará a la lista de los no verdaderamente alineados en la intención de conservar especies de muy costosa recuperación.

Crear santuarios que den cobijo a esos mamíferos marinos no entra en las previsiones de Noruega, que sigue los dictados de la UE aunque no forme parte de ésta y que se ríe descaradamente de una organización internacional como es la CBI, a la que, en teoría, pertenece.

Mientras, los barcos del País Vasco descargan miles de toneladas de caballa sin que, al parecer, les preocupe en demasía que no podrá aproximarse a las costas de Galicia, cuyas cuotas de reparto aún siendo mínimas, parece evidente que se van a reducir por la escasa presencia de la pesquería, diezmada nada más aproximarse al Cantábrico.