-En sus investigaciones busca cómo mejorar la selectividad de las redes. ¿Cómo lo hace?

-Trabajo íntimamente con un ingeniero de artes de pesca formado en la antigua República Democrática Alemana. Lo que hacemos es tratar de interactuar con los pescadores y desarrollar nuestros propios conceptos. Los fabricamos y vamos al mar con un enfoque científico y divulgativo, para demostrar que los bycatch son reducibles.

-Esta tecnología de selectividad tendrá que conjugarse también con un análisis de las zonas de pesca, ¿no?

-Los recursos marinos son muy dinámicos y requieren mucha flexibilidad por parte de la industria para tratar de utilizar de manera adecuada las cuotas disponibles, limitadas ahora por la norma de descartes. Cada área requiere de sus propias herramientas para enfrentar el problema. Importar soluciones de otras zonas no suele ser buena idea. Hay que enfocarlo de una manera muy local, con herramientas muy específicas.

-¿Cree que se hizo lo suficiente para atajar los efectos de esta norma?

-Desde mi punto de vista, no. Era una vergüenza que se motivara el descarte, pero ahora tenemos un marco legislativo en el que se puede ir construyendo de una manera ya más perfilada.

-¿Haría falta entonces más tiempo? ¿Una mayor flexibilización?

-Los sectores económicos se tienen que adaptar a los nuevos tiempos. Considero que tenemos que inducir una especie de selección positiva entre la flota pesquera para que aquellos que lo hacen de forma más selectiva tenga un mejor acceso a las cuotas. Si no empezamos nunca va a haber una implementación real. En tecnología pesquera se puede hacer mucho más y comparando norte y sur, considero que estamos a años luz, porque no hubo un desarrollo de las tecnologías en términos de selectividad.